Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Con dos desastres a cuestas
Lógicas actuales sugieren que en los próximos meses volverán a enfrentarse los típicos dos bandos en pugna estos 50 años en torno al Golpe del 73, con ahora como agregado el estallido del 2019, es decir, por partida doble. Al parecer, les conviene seguir en lo que han estado todas estas décadas. Ambos se han turnado en La Moneda, desde donde han manejado el inmenso poder del Estado, y se han perfilado indistintamente como víctimas o vencedores según varían los papeles del elenco y los vaivenes circunstanciales que hacen cambiar el guión. Cuando no le toca a uno el turno, es cosa de paciencia, que pronto le llegará la hora. La simetría ha demostrado tener una extraordinaria capacidad de reparto equitativo eventual como para que nadie políticamente organizado quede fuera de este juego de “democracia viva” (¡qué término más pertinente!).
Juego que se viene practicando desde antes del 73 y tiene nombre preciso aunque remita a algo todavía muy confuso: la “eterna crisis chilena”. Desde más atrás incluso que el “no somos felices” de Enrique Mac Iver, allá por 1900, o el desembarco en Concón seguido de carnicería en Placilla, y saqueos en Santiago, antes de las amnistías y readmisiones que pronto nos devolvieron un mínimo de cordura. Se trata después de todo de un ejercicio lúdico compartido. No cabe eliminar enteramente al enemigo de una sola vez porque se nos acaba la entretención y hay pocos desahogos en esta apartada esquina del mundo. Bienvenidas entonces las treguas, las no menos eternas transiciones amigables, los frenos y “rechazos” por un rato que toda convencionalidad exige. Aunque sin ofrecer explicaciones satisfactorias de estas desgracias autoinducidas que podrían hacernos mover por último a desafíos mayores como país. De hecho, lo que parecen discusiones interpretativas sobre el 11-S o el 18-0 no son más que excusas para promover modelos socioeconómicos contrapuestos, y el llamado a hacer “memoria” ritual cada año no es más que liturgia.
Con la particularidad adicional que agrega el 18-O a esta crisis eterna que nos agobia (quizá decadencia sea un término más apropiado), que éste es lejos el hecho más violento-chantajista desde el Golpe mismo (pregúntenle a Mario Marcel). En el fondo ha convertido la “eterna crisis” en una suerte de ruleta rusa involucrando al menos tres generaciones de políticos. Pensemos en el progresismo adicto a la Concertación todos esos treinta años, incluyendo a Boric ahora. Este progresismo nació para superar el Golpe, sin embargo, después de tres décadas, se ha visto enteramente incapaz de eclipsar nada menos que dos catástrofes político-institucionales, el 11-S y el 18-O, y a este último sin advertirlo y evitarlo. Ningún lote de líderes antes ha tenido un saldo de fracasos consecutivos tan rotundos. Por eso, así no más estamos.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador