Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: De lo que no se ha hablado
Hasta aquí la discusión sobre el Golpe ha sido liviana. Se ha sostenido que basta con condenar “el principal crimen de la historia de Chile” y punto; que recién ahora sabríamos lo que Aylwin pretendió hacer 50 años atrás (¡”tenderle puentes” a la UP!); y que “podrá haber gente que siga enojada contigo”, Jacques Chonchol, “pero hay muchos más que te admiramos y te agradecemos la tremenda pega que hiciste”, así que un aplauso. De no creerlo, y con tanto tema que merece atención.
Para empezar, se ha desperdiciado la oportunidad para entender cómo es que en historia los efectos suelen exceder a las causas, que es en gran parte lo ocurrido con el 73. Por eso, hasta lo más horroroso, no es que necesariamente se le justifique, sino que -sí, y es terrible- se relativiza. El propio paso del tiempo se encarga de ello. Pareciera incidir, también, que habiendo furias revolucionarias de por medio, y vaya que las hubo, se produjo una igual o mayor reacción en contra. Por tanto, resulta ingenuo presumir que con Allende y la UP debió haberse poco menos que congelado la historia (también el tipo de futuro que debiera marcar nuestro actual porvenir).
¿Es que ello indica que terminó imponiéndose otra historia que la que se quiso? Pues, sí, y en varios sentidos, me temo. Análogo a lo que sucedió con la bomba atómica (véase Oppenheimer). Al final, fueron los norteamericanos los que tomaron la delantera, no los nazis ni soviéticos; la hicieron estallar, y, claro, esa es la “revolución” que al final cuenta (en nuestro caso la de los militares y derecha).
Y no es que esto se deba a una fatalidad tan del gusto del izquierdismo chileno. Para nada. ¿Podría haber sido exitosa la UP después del 68 en París, Praga, y México? Desastres. ¿Después de la crisis de los misiles el 62 en que se consagró que no habría una segunda Cuba? Y, por qué no se sinceran de una vez por todas. No será que lo que tiene a la izquierda complicada con su propia historia es que el Pueblo (con mayúscula o no, da lo mismo, el término es siempre “esencialista”) se ha auto-traicionado varias veces. No defendió en su momento al único gobierno auténticamente popular que hemos tenido, y, de un tiempo a esta parte (¿desde cuándo? buena pregunta), ha seguido arrugando volviéndose neoliberal, ni digamos el frenteamplismo lumpesco versión “Democracia Viva” de nuestros días. ¿O no? El Marx del 18 de Brumario, capaz de denunciar al pueblo, no solo a Luis Bonaparte, y ya antes el que con Engels suprimieron la palabra “pueblo” del Manifiesto por sonarles “völkisch”, sí se atrevió a hacer autocrítica y en serio.
Por último, convengamos que lo de los 50 años ha servido de cortina de humo y una oportunidad para sobredimensionar una Presidencia de la República en que, siendo inepto quien la ejerce, hace pesar sus torpezas como nunca.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
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