Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: El estallido y La Moneda
Sospecho que Tiempos mejores de Jorge Selume, libro sobre el estallido bajo Piñera puede generar una errada percepción. No es que trate el poder “desde adentro”. Su autor tiene el buen tino de no creerse el cuento. Tuvo a su cargo las comunicaciones del gobierno cuando éste más bien se escapaba de las manos. El desconcierto que retrata, por tanto, no podía ser mayor. Sumémosle que el libro está a menudo escrito como guion de película, y atrapa. Sostiene que se estuvo a punto de que la Primera Línea se tomara La Moneda y, tratándose de un biopic colectivo de la derecha asediada, pasa revista a cuanto personaje y subjetividad cundía en Palacio. Selume tiene formación previa de psicólogo y la pone a buen uso.
El perfil de Piñera-su soledad y ensimismamiento trabajólico autista, cual máquina procesadora de variables-destaca como el más logrado. Selume nunca dejará de sentir admiración y lealtad hacia él. Curiosa excepción. Hacia otros, en cambio, no escatimará dardos, cobrará cuentas y los tendrá entre ojos. De Gonzalo Blumel, ministro del Interior y futuro autor de La vuelta larga -un libro que podría servir de antítesis de este otro- dirá: “Blumel [en esos días] en un intento por comprender el presente a través de la historia, me recordó que la revolución bolchevique también se levantó durante un mes de octubre”. A Cecilia Pérez ¿qué no se le imputa? Lo que es, de sí mismo, terminará reconociendo que “ya no había proyecto que defender” y no cabía sino que renunciar.
Complejo entonces lo que se propone, a la vez que un alivio que se hable sin pelos en la lengua. A fin de cuentas se trata de poderosos y en Chile reina la impunidad. Con todo, si lo del 18-O siempre nos remitirá a posibles responsabilidades, que en Tiempos mejores no se haya sido más duro con Piñera, extraña. Cinco presidentes nuestros han renunciado (O’Higgins, el “León”, Ibáñez, Figueroa Larraín, Montero), solo dos no lo hicieron (Balmaceda y Allende) y así como les fue. Es más, Piñera y Blumel desecharon la Constitución y, aunque ésta siga vigente, fue dicho gobierno que selló la insuficiencia que aún delata. Tampoco se entiende por qué la falta de servicios de inteligencia y el que pudiera haber habido intervención externa, hayan quedado en nada.
En este sentido el libro no es distinto a lo ya publicado. Prevalece en círculos de poder el no querer hacerse cargo de por qué se produjo el estallido. Supone reconocer responsabilidades previas. En cambio mantener la duda en beneficio de que se siga especulando conviene. Permite no preguntarse hasta qué punto la Transición (que ahora llaman “30 años”) fracasó. Por último, aún “vivo” el estallido, puede incorporársele al empate y empantanamiento político establecido que tanto gusta, para qué decir con Bachelet de nuevo de vuelta. En fin, siguen las dudas.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
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