Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Guerras civiles
Lo alarmante de lo de Ecuador no pareciera ser la violencia (estamos curados de espanto) sino que el conflicto derive en guerra civil. “Todavía no alcanza esas dimensiones, pero esa es la amenaza”, afirma Wladimir Sierra, sociólogo ecuatoriano. Estas guerras no se declaran ni anuncian, y menos se las achaca al narcotráfico, ni en Italia o EE.UU. donde opera la Mafia. Quizá la única excepción sea México (por los carteles desde 2006). Con todo, ¿es un disparate pensar en escenarios de este calibre entre nosotros? Lo pregunto por ese amago que fue el 18-O. ¿No hubo allí suficientes indicios delirantes?
Desde la Segunda Guerra Mundial las guerras civiles son cada vez más frecuentes y duran décadas. Se hacen pasar por revoluciones (tras la descolonización de postguerra, y en Latinoamérica con ocasión de la guerrilla), mediante conflictos religiosos y “ethnic cleansings”, cuando no crisis políticas interminables, ideológicas, o a causa de patologías sin remedio (¿el caso chileno?). Se trata siempre de procesos lentos y acumulativos. Conocida es la tesis de Eric Nolte que califica a la Segunda Guerra Mundial como guerra civil ideológica, remontable a la revolución bolchevique, y al fascismo, su efecto. Hobsbawm, desde la vereda marxista del frente, la conceptúa no del todo distinto. De ahí que la Guerra Civil Española, en tanto primer capítulo de esta conflagración, confirma la tesis, y hace ver la potencial gravedad envuelta.
Detonantes combustibles, parecidos a 1936, los hay hoy. Desde luego, civiles involucrados, aun cuando sus propósitos son descaradamente militares o anarquistas (¿porque hay quienes se anticipan, dispuestos a la guerra total?). Agréguele, odiosidades fratricidas, y divisionismos inmemoriales. Para qué decir la comprobación a diario de que el Estado no controla el país (en el norte, a causa de la inmigración ilegal; en La Araucanía con el terrorismo; y en el mundo urbano, la marginalidad y los narcos apoderados de “territorios”). Y, lo crucial: el que la política institucional ya no sirva para dirimir conflictos. ¿Qué más patente que la deriva reciente -desde la incompetencia a la irrelevancia- del actual gobierno? Lo que es la resignación fatalista hace rato se viene dando. Entendible, las guerras civiles se producen, no se planean.
Concordemos, pues, que lo de “Chile no es Ecuador” es pura demagogia chovinista. ¿Qué falta? Conciencia de cómo hemos llegado hasta aquí, y de que si seguimos igual, nada impide que por malavenidos terminemos expulsados, camino a la frontera, unos u otros. Al igual que en esas tremendas fotos de Robert Capa de la España invertebrada, de bombardeos y migraciones forzadas, escapando del horror. ¿Aciertos artísticos o advertencias? La entropía es prodigiosa: se supone que un mero aleteo de mariposa puede producir caos.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador