Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Ingenuidades
Cuesta entender en qué estamos, ciertamente el que no se quiera admitir que nuestra situación sigue siendo gravísima. Pensemos en lo que vamos en tan solo un año a causa de este gobierno y su gente. El haberles confiado el país a sabiendas del historial que acarreaban. Su falta de preparación para los cargos a los que fueron elegidos. El que repudien todo curso moderado, y sean detractores declarados de la función misma que ahora les toca desempeñar (se rieron de Lagos y Bachelet en sus caras). Igual, se les llegó a creer, se dijo que eran un esperado relevo generacional, que no repetirían lo malo de siempre, y hasta se les ha ofrecido “acompañarlos” en su proceso de maduración, aunque estén de por medio los destinos del país, el erario nacional y cuanta institucionalidad aún en pie que podrían terminar de desmantelar habiendo criticado a destajo. Y pensar que además hay opositores que se dicen aliviados desde que ganó el Rechazo, convencidos que lo peor ya pasó.
Lejos lo que menos se entiende es que todavía no se reconozca que estamos ante una radicalización que bajo ninguna circunstancia van a deponer o condicionar. Menos si en ello ven su razón de ser. De ahí que no se repudie la tesis que el 18-O sea la antesala necesaria de nuestro “nuevo orden”, y eso que la tolerancia con la violencia ha puesto en jaque la seguridad, llegando a niveles inauditos, fuera de control.
No lo único. El ánimo concesivo contagia hasta a los más lúcidos. Uno se entera por la prensa extranjera que intelectuales chilenos en vez de radicalización prefieren hablar de “estridencias” de nuevas generaciones de izquierda, que en todo caso “han ido bajando de manera muy progresiva y rápida”, así que tranquilo. O bien que los protagonistas de las protestas en la Zona Cero serían jóvenes profesionales muy preparados, para nada revolucionarios, redentores más que incendiarios, molestos con el mundo de sus padres, estancado económicamente desde hace diez años. Si este tipo de comentarios pasa por explicación, no extraña que en una newsletter de la U. de Harvard su editora tras visitar Santiago recientemente, salga diciendo que “Chile es Chile, Santiago es una de las ciudades mejor organizadas y bonitas que he visitado, llena de arte y parques públicos, con un buen sistema de transporte, museos y cafés, rodeado de montañas resplandecientes”, y alabe nuestros piscos sours pidiendo disculpas a sus amigos peruanos.
Arno Mayer, autor de un libro sobre furias, da en el clavo: “Durante los momentos revolucionarios, los que toman decisiones en todos los lados actúan menos según cómo están las cosas que según cómo se las percibe y define. De hecho, tales momentos son invernaderos para la deformación social de la realidad que predispone a los actores a fomentar y practicar la política de meros deseos”.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
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