Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: La cuenta y el cuento

Cuenta Boric BN


Es impresionante el poder de los micrófonos y las imágenes. Que se destine algo menos de cuatro horas para una cuenta pública, a ello siga una cadena nacional, y una entrevista por televisión días después, aun cuando igual haya quedado la sensación de que se esquivaron temas urgentes, se pasaron por alto dos derrotas mayúsculas, y nada nuevo fue abordado sustantivamente (ni siquiera la reforma tributaria a lo sumo esbozada en la que tanto se insistió). Ello por un lado, mientras que, desde la otra vereda, el oficialismo aplaudiera a todo dar el discurso, y, un sondeo de opinión registrara un alza de 10 puntos en la popularidad de Boric. ¿Es que hay gato encerrado o qué?

No necesariamente, y menos si era de prever. Es muy de nuestra época no soltar la palabra una vez acaparada y con afán de difundirla cualquiera sea el valor de su contenido (importando más que nada su resonancia); hacerse de los espacios (los “territorios”); dirigirse a audiencias cautivas, siendo presumible su sesgo y reacción posterior, o incluso mejor, pretender hablarles a todos (en especial al votante que vaivenea), ofreciendo lo que quieran oír, con cuoteo parejo proporcionado, sin que ninguna causa sobresalga o comprometa. En definitiva, poder que no abusa, no es poder. Pensemos en las redes sociales, en que da lo mismo persuadir. De ese pan de cada día estamos hablando, y con cuyas lógicas activistas esta cuenta pública pareciera congeniar.

Lo otro que también hace recordar son los llamados “pseudo-eventos”, de los cuales ya nadie parece percatarse, así de naturalizada se ha vuelto la banalización que ayudan a promover. Según Daniel J. Boorstin, historiador y alguna vez director de la Library of Congress, a quien le debemos el término (The Image: A Guide to Pseudo-Events in America, 1961), se trataría de sucesos que se proponen generar publicidad, si bien artificiosos, para nada espontáneos (discursos, conferencias de prensa, lanzamientos) aun cuando capaces de producir la falsa impresión de que el público está siendo informado; después de todo, la prensa los transmite como válidos. En el fondo, “news gathering turned into news making” a fin de satisfacer una demanda de ilusión, en que medios y público concuerdan en inflar una significación que no siempre es tal (ambos quieren creer).

Y, en efecto, qué más falseamiento que dar por hecho que las instituciones “funcionan” en Chile, empezando por la jefatura de Estado, dentro de una cultura supuestamente presidencialista, que nuestros medios aceptan sin cuestionamiento, dispuestos a que La Moneda los alimente de “noticias”, aun cuando la persona en cuestión que lo encarnaría actualmente es débil, carece de manejo, y eso que mediante ritos, convocatoria y fanfarria, pueda dárselas de monopolizador de nuestro tiempo y paciencia por un rato.

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador