Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Las humanidades en la mira

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El único indicio tranquilizador del intercambio reciente sobre las humanidades es que todavía existe uno que otro comentarista que osa aventurar que el lío no es tanto de ellas per se como lo que se ha hecho con ellas. Porque imagínese o si no, sin nadie que advierta que puede ser peor, y las declaran culpables de su propio desastre, y prescindimos de ellas. Ahí sí que estaríamos más sonados de lo que ya estamos.

Aunque pensándolo mejor, hace rato que lo estamos. La dictadura hizo pebre al antiguo Pedagógico de la Universidad de Chile porque estaba infestado de extremistas que lo politizaron. Luego vinieron los economistas que santificaron la purga dando a entender que las humanidades no eran serias. Economistas neoliberales en sus dos variantes históricas: los primeros más ortodoxos formados en Chicago; los segundos, concertacionistas conversos aconsejados por el oportunismo brújula que guiará su actuar durante 30 años. Y, vea usted, qué ha sido y en qué ha devenido la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UCh en estas cinco décadas: fácil no ha sido, lo digo como profesor allí.

El cuento, de hecho, es más viejo, y tiene cómplices internos, para nada economistas, desde más atrás que el 73. En mi otra facultad -Derecho- que junto con el Pedagógico son los principales centros humanísticos históricos en Chile, hacia fines del siglo XIX y principios del XX, que es cuando cundió el positivismo, se les ocurrió a algunos que lo serio era que el derecho y la historia se convirtieran en ciencias. Gente enferma de acomplejada, pero que no ha dejado de seguir imponiéndose. Y así es como a los estudiantes de esas dos facultades les resulta fácil hablar en difícil conforme los nuevos escolasticismos en boga, ya no propiamente humanistas, aun cuando sigan amparándose en el viejo prestigio de la filosofía, el derecho, la historia, o la literatura. Y, si llegan a ser estudiantes de postgrado o profesores, se desviven yendo a congresos, consiguen financiamiento para sus “investigaciones”, estadías fuera, y publican bodrios en revistas indexadas que nadie lee pero sirven para que las autoridades puedan demostrar en rankings internacionales que sus facultades “producen”.

¿Y qué es de las humanidades? Las siguen cultivando algunos pocos haciendo cursos electivos, distintos a los troncales obligatorios (los más profesionalizantes), en el mejor de los casos captando (cada vez menos) estudiantes que las sigan defendiendo para que no se vuelvan lenguas muertas, principal riesgo que corren. En Pío Nono, Joaquín Trujillo, columnista de este diario (lea su última columna LT 3-07), lleva años haciendo el curso “Derecho y Literatura” que según la malla es “libre”, equiparable a “danza árabe”, a algún idioma nivel básico, a “taekwondo y defensa personal” y “pimpón”. Así no más estamos.

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador