Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Las mentiras del estallido
A cinco años del estallido no parece haber nada nuevo que destacar de este reventón. Ha demostrado ser parte del estancamiento que venía de antes y que ha seguido, con lo cual se ha confirmado el pantano.
Tengo al frente mío tres libros. Uno se pregunta, “¿cuándo se jodió Chile?” su título, mientras el subtítulo algo fúnebre es “Memorias para la democracia”. Otro pretende hacernos “entender al país que noqueó a la élite”. Mientras el tercero promueve una “autopsia”, siendo la élite la difunta. Extraordinario. Es que estos tres libros fueron publicados antes del 18-O, en 2016, por tanto, ¿qué es lo propiamente original del estallido que no estuviese saldado ya?
Lo cual no impidió que el descaro pregonara desde ese mismo fin de semana que se trataba de algo absolutamente inédito y “espontáneo popular”. Habría sucedido sin “ninguna señal de advertencia”, se decía. Vivíamos aún en normalidad -”los mejores treinta años de nuestra historia”- avalando de paso expresiones pretenciosas de Piñera días antes (“Chile es un verdadero oasis” en el continente). Lugares comunes que, increíblemente, se siguen repitiendo hasta la saciedad. Uno se los cree y cae en la trampa. Se trata de pretextos que sirven a los dos polos del espectro político interesados en insistir de que se está ante un “enigma” y sin secreto por descubrir. Muy útil. Así las cosas, todo se mantiene igual y empatado, dialécticamente en equilibrio, ambos bandos repartiéndose el país. Ninguno por sí solo puede hacerse cargo.
Para más, ha aparecido una encuesta CEP de estos días, cuyos resultados refuerzan el rechazo del 4-S, 2022, dando cuenta de un 50% que repudia el 18-O. Un 16% de los encuestados admite haber apoyado el estallido inicialmente pero arrepintiéndose después; y sólo un 23% reconoce actualmente que lo apoyó, mientras un 34% declara haberlo reprobado originalmente. Insólito, porque en el sondeo CEP de diciembre 2019 un feroz 55% avaló y sólo un 11% repudió. Es decir, estamos entre mucho mentiroso cara de palo, o bien, se creen su propio cuento errático cada vez que les piden participar en estas encuestas. Como para dudar del resultado actual: quién sabe cómo van a contestar en el futuro. Aunque, si uno lo piensa, los chaqueteos no son inusuales en Chile. ¿Cuánta gente apoyó a Frei Montalva y luego a Allende, y para sobrevivir se acomodó a la dictadura? ¿Cuántos del 44% del SI en el plebiscito del 88 terminaron por sumarse a “La alegría ya viene”? ¿Y qué tantos que respaldaron el consensualismo transversal de los 90 se plegaron a la radicalización sin límites del 18-O de la que ahora reniegan?
Por último, no ha faltado quien haya aventurado la tesis que el 18-O intentó “ajusticiar el golpe del 73″ e iniciar un “nuevo tiempo”. ¿Otra mentira o no han sido tan eficaces para hacer un contragolpe?
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
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