Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Lo de mañana
Como nunca antes en una elección, puede ser que mañana se termine ni eligiendo ni decidiendo nada. De seguro nada que se creyó posible en algún minuto. Es que, del inicio aquél en que se proclamaron infinitas bondades por anticipado, ¿qué queda? Iba a ser la primera Constitución “de todes”. Daría lugar a un advenimiento prodigioso, cual parusía, o esperado fin de una historia que, de lo contrario, continuaría sin sentido. Extraordinarias demandas y conquistas serían motivo de inmediata admiración; el texto mismo emocionaría hasta sacar lágrimas. En tanto carta de navegación conduciría a una “tierra prometida”. Los chilenos depondríamos nuestras armas, dejaríamos atrás odios, y vueltos a nacer nos enorgulleceríamos como nunca de este país… Y, vea usted.
Hace rato que vienen bajándole el perfil al plebiscito. Relativizándolo, aguándolo, desde que se hizo evidente que la nueva Constitución no lograba consensos, aun cuando se imponía por artimañas, mediante una representatividad distorsionada, sin que los partidos tuvieran qué decir, ni hacer, y, la derecha, no solo era marginada sino además se mostraba más aturdida que de costumbre. Recordemos que la derecha y su gobierno (el anterior) se aliaron con los que hoy gobiernan para darnos una solución, y aquí estamos: en que hasta los que van a Aprobar es para Rechazar. ¿Lo entiende usted?
No necesitábamos llegar a este punto. Las constituciones nunca han sido todo lo trascendental que se ha dicho a lo largo de tan inconducente proceso. Hacer una nueva no era prioridad antes del 18-O. ¿Cuándo se ha visto, además, que un texto jurídico sirva para encauzar una asonada popular, ofreciendo desmantelar una historia institucional completa, y, de paso, haciendo tambalear estabilidades de amplios sectores? Todo a cambio de una conjetura quién sabe si viable, condicional por lo demás a resultados que a las 48 horas puede que hasta se esfumen (las votaciones suelen desmentirse). Fenómenos entrópicos como éste, una vez roto un equilibrio precario, fragmentados sus restos, no se recomponen de igual manera espontánea a la inversa.
Problemas de tal magnitud y complejidad tampoco se solucionan con borradores a medio hacer sometidos a elección. Menos si ello conduce a prolongadas imposiciones con sus cuotas de autoritarismos también provisorios. La gran batalla de que hablan comunistas (Saddam Hussein hablaba así también) seguirá latente y amenazando después de este plebiscito, pero a la luz de lo que ha sido hasta ahora ¿qué hace pensar que a patadas se contenten moros y cristianos? Cómo fue que llegamos hasta aquí y cómo vamos a salir del entuerto en que estamos es un dilema insoluble. Viene siéndolo desde hace más de cien años, y eso que en Chile no ha habido fuerza organizada alguna que no nos haya gobernado ya antes. Desolador.