Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Lo que no cambia se agrava
Poco me he referido en esta página a las universidades durante el año 2023. No porque encuentre que todo ande miel sobre hojuelas, sino porque nada sustantivo ha cambiado, y cansa andar denunciando cada vez. Además que no produce gran efecto, salvo dejar registro, lo que para historiadores no es menor. La primera vez que le leí a Vicuña Mackenna decir, en 1876, que la universidad estaba “caduca”, tomé nota.
Los historiadores no somos los únicos que sembramos pistas para que otros las descifren más adelante. En la Universidad de Chile hay quienes se dedican a “memorar al porvenir” (sic), algo así como propagandizar narrativas que en el futuro hagan persistir nuestra actual “memoria” concientizada. Si los entiendo bien, programar desde ya para seguir perpetuando discursos parciales actuales hegemónicos. Desde Pío Nono se promueve con logo de la facultad un juego de mesa y aula -”Memoria Oculta”- sobre atrocidades de la dictadura. Lo que es nuestra rectora, en una tarjeta de fin de año, desea para su comunidad un feliz año 2024, junto con renovar votos en una serie de causas: “colocar al centro de la educación los Derechos Humanos”, fomentar la investigación, creación, y el “desarrollo sustentable e inclusivo con todos y todas”. Aunque nada dice de formación profesional, que seguramente permitiría hacer lo que hasta hace poco hacíamos bien y devolvernos el prestigio perdido.
Hay más. En el frontis de la Casa Central han instalado en estos días un artilugio, “El Pensador del Futuro”, que responde preguntas del público peatón, a modo de oráculo sabelotodo, conforme a una aplicación preprogramada de chatbot e Inteligencia Artificial con toda clase de sesgos políticos, ideológicos, y de género, amén de comprobados errores. Aparato que funciona hasta las 16:00 horas en la vía pública, y las 18:00 adentro en el hall, donde pernocta. Años atrás, intentaron un “buzón de deseos” (algo han avanzado tecnológicamente). Si a todo esto le agregamos los nuevos estatutos de las universidades estatales, apuntando -nada de extrañar- a “democratizar” y hacer más “participativa” nuestra educación superior, comprobarán el nivel de sofisticación intelectual que se fomenta.
Andrés Bello, antecesor de Rosa Devés, sostenía que la libertad era lo central en la Universidad (análogo a los derechos humanos de hoy), aun cuando tuvo el buen tino de complejizar y diferenciar la auténtica libertad de esa otra libertad y fantasía que “aborta esfinges, creaciones enigmáticas y monstruosas”, dando lugar a “embriaguez licenciosa, en las orgías de la imaginación”. Bello era serio. No dio por zanjada ninguna idea, causa o propósito. Pretendía que la Universidad sirviera para debatir, razonar, no fomentar creencias poco menos que absolutas, o peor, fanatismos pseudoreligiosos tenidos por incuestionables.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador