Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Minorías y mayorías

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Ahora que de nuevo estamos por tener que aguantar otra pugna electoral polarizada debiera tenerse en cuenta lo elásticas y relativas que se han vuelto las mayorías y minorías. Pensemos en la elección argentina reciente en que el peronismo volvió al “somos millones” según gustaba decir a Eva Duarte, pegándose un tremendo salto en las preferencias. Otro tanto lo que le sucedió a nuestra Convención Constitucional y su propuesta plurinacional rechazada, y lo que quizá vuelva a verse con la proposición del Consejo. Es decir, cualquiera sea el triunfo aplastante inicial de los elegidos, resultan tan coyunturales sus alcances que nada los asegura en lo que intentan hacer. De un día a otro puede que todo se les dé vuelta: de poco a mucho, y luego a un muy poco patético.

Y conste que no necesariamente porque se trate de electorados erráticos. La mayoría de la Convención se debió a una serie de mecanismos (paridad, cupos reservados) que arrojó una representación tendenciosa, por suerte de corta duración. También han llegado a serlo los prejuicios raciales en nuestra época, de ahí la graciosa viñeta de Guillo en que se divisan tres carabelas y en un bote a un “adelantado” con micrófono que se dirige, ridículamente, a una inmensa masa de indígenas perplejos, exclamando: “Estimados señores de las minorías étnicas”. En tono más grave podríamos mencionar el monumento a “Los zapatos a orillas del Danubio” de Budapest. La ausencia que connotan estos calzados sin dueños es mucho más gigantesca que lo que sugiere el trato diminutivo de “minoría” con que se suele referir a millones de víctimas del Holocausto. De lo que se deduce que todo depende de cómo contamos, no que existan mayorías y minorías per se.

Me aceptan lo anterior y supongo que tendrán que admitir que una minoría que esgrime un poder sobredimensionado por sus efectos (v.gr. el acto terrorista de Hamás en la Franja de Gaza contra israelíes) desequilibra esta farsa cada vez menos creíble de mayorías y minorías. Farsa y todo sirve igual para dirimir contiendas electorales, y eso que quienes se abstienen de votar pueden ser cuantiosos: otro espejismo democrático. O, bien, se da la paradoja que quienes nos gobiernan hoy, logran solo un 30% de apoyo constante aun cuando nuestro régimen presidencialista les permite hacer y deshacer sin vergüenza: por de pronto robar, y manejar nuestras relaciones internacionales como sabemos.

Quizá las minorías han desaparecido -somos todos en potencia mayorías por un tiempo aun cuando se trate de unos muy pocos siempre- sin entender que el valor histórico de las minorías, según A. de Tocqueville, J. Stuart Mill y James Madison, es que contrapesan a las mayorías, y no como ahora que tratan de imponerse mediante una pretendida voluntad general totalizante. Una tremenda contradicción nociva.

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador