Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: No hay tercera sin segunda ni primera
Allende fue candidato presidencial en cuatro ocasiones. La tercera vez en 1964 le fue muy mal y, aunque ganó en 1970, lo que siguió fue peor. De lo que se desprende que lo que importa a largo plazo en el presidencialismo es cómo gobernar. Las elecciones tienen impacto, por cierto, pero no son decisivas. Puede que Ibáñez haya triunfado rotundamente en 1952, pero su primer gobierno fue más decisivo que el segundo. Y aunque Frei Montalva arrasó en 1964, haber sostenido que la Democracia Cristiana gobernaría durante treinta años fue descarado. Por otro lado, no ha hecho ninguna mella que Pinochet “perdiera” en el plebiscito de 1988; su paso como presidente lleva, igual, cinco décadas impactando.
Menciono estos puntos pensando en Bachelet y en cómo algunos la dan de ganadora segura si se postula para un tercer mandato. El Socialismo Democrático lo cree, aunque Bachelet terminó enterrando a la Concertación una vez antes. Además, no faltan empresarios que siempre juegan a ganador, al igual que derechistas convencidos de que es preferible que gobierne la izquierda porque el país puede volver a explotar. Es decir, hay mucho medroso que acepta el chantaje -fue así como Boric llegó donde nunca debió llegar- e incluso lo han comenzado a proclamar para después de la posible “regencia” de Bachelet III. Que ya para entonces, él y su lote, se espera, habrán “madurado”. Y todo esto porque el destino hizo que el helicóptero cayera y nos perdimos la revancha del siglo entre Piñera y Bachelet.
Pero no solo falta que madure el infantilismo izquierdista. El mundo político en general no parece entender que lo propio de Bachelet es radicalizar. Ese es siempre su norte. También ofrecer cambio en medio de un estancamiento político y suicidio institucional que sus dos gobiernos han fomentado. Bachelet puede que disponga de una tercera oportunidad, pero ni Aylwin ni Lagos tuvieron siquiera una segunda chance: traten de explicar ese atajo. A fin de entenderla a ella se ha mencionado su popularidad en tanto “milagro” (C. Peña), su “democracia acogedora” (E. Tironi), y las encuestas (R. Méndez y M. Lagos). Nada en especial sin embargo la hace acreedora de tanta confianza prolongada depositada en su persona como gobernante. No digamos que equivale a Franklin D. Roosevelt o a M. Thatcher. Si vuelve de nuevo a la Presidencia superará varios récords de permanencia en Chile y Latinoamérica (Alessandri Palma, Ibáñez, Piñera, Figueres). Le quedará como meta pendiente sobrepasar a Evo, Paz Estenssoro, Velasco Ibarra, Balaguer, Chávez, Pinochet, Stroessner, Castro, y a Mario Kreutzberger en figuración popular. Y, sobre todo a la imbatible emperatriz Cixí en China, quien dominó el clan imperial desde 1861 a 1908, e instigó a los boxers, suerte de frenteamplistas, aunque eso es como para otra columna.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
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