Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Oráculos

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Voltaire en su Diccionario filosófico da por sentado que los oráculos son supercherías. Muy siglo XVIII. Lo que es hoy somos más “antropológicos”. Puede que no creamos que el diablo ande metido en todo, o que una cabeza de muerto o estatua hueca sirvan a sacerdotes y sus maldades. Ni digamos de poseídas que tras temblores, miradas extraviadas y balbuceos, pasan a “pronunciarse”, teniéndoselas por pitonisas. Tan atrás no hemos retrocedido. Con todo, nuestro discurso político no hace otra cosa que sembrar cábalas, damos por hecho que encuestas predicen futuros escenarios, o que la popularidad es signo de poder. Y, para qué decir cuando alguien pone un huevo, y salta cuanto hermeneuta comentando, preso del asombro, no habiendo otro tema durante semanas.

Casi tres semanas hasta ahora. En el caso de Lagos con su carta, y Boric en el matinal aquél. Nada semejante que se recuerde. A no ser Aylwin cuando, en uno de sus arranques más sibilinos, propuso “la medida de lo posible”, o Pinochet en variadas ocasiones, asistido por la Providencia o cartas astrales, al decretar “soy la voz de los que no tienen voz”. Es que para que se produzca el efecto oracular se requieren tres condiciones. Que se tenga una pregunta o inquietud ante algo cúlmine por decidirse. Que quien hable lo haga mediante equívocos, pareciendo un otro superior que responde, y el enigma consiguiente no siendo sino emanación de una voz ventrílocua divina, o del pueblo. Tercero: debe acompañarse de una acústica que magnifique lo dicho, claque hay de sobra.

Pero ¿por qué justo ahora? Porque el país está quebrado y confundido, ha habido culto a la personalidad de parte de la prensa patera (en el caso de Boric), y a políticos necesitados no les puede venir mejor. Lagos lleva años no acertándole a ni una, su legado consensual ha sido denostado por los actuales mandamases, y es su Constitución la desahuciada. Boric, por su parte, es el lego perfecto, sin mayor preparación para la tarea confiada (tampoco su gente, de hecho no creen en ella, se han dedicado a cuestionar demasiado el sistema como para hacerse cargo en serio). Por eso sus otros papeles teatrales. Haciéndose pasar por poeta bohemio, hablando en cuñas (en Chacalluta: “Pensar que estamos al norte de nuestro país y al sur de otro”), tratando siempre de decir algo solemne para hacerse de un aura.

Lo que no cabe ocultar con estas estratagemas es lo que está en juego el 4-S, no solo dos constituciones boqueando. También, el concertacionismo consensuado, uno de los fracasos más rotundos en Chile, para nada los supuestos “mejores 30 años” (por eso todo aquello quedó en lo que sabemos post 18-O), y el ascenso de un relevo generacional de una ambición y fanatismo raras veces visto, tendiente a un sectarismo y fragmentación tanto de ellos mismos como del país.

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