Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: “¡Presente ahora y siempre!”
Si uno lo piensa, el presentismo es lo que ha primado en la discusión acerca del Golpe 50 años después, con claras intenciones. Ciertamente, en círculos oficialistas: evitando que el pasado revele la tremenda derrota que fue la UP, salvando lo que se pueda de esa catástrofe, y sin que salpique a quienes apenas se sostienen actualmente en el poder. No vaya a ser que la gente se confunda este “11″ con tanto allendista de guayabera en Palacio. Después de todo, tratándose de un funeral, la pregunta que siempre ronda es quién sigue. Así de fúnebre.
El PC, principal deudo, se ha empacado en que solo ellos tienen derecho a manilla en el velorio (más de 80 eventos en la universidad donde enseño, para empezar). Una propuesta, la suya, grotescamente tosca: no vayan a contextualizar (que sería lo mismo que justificar); al programa de la UP hay que resucitarlo; importan solo las víctimas y memoria; el resto, cancélese. Ante lo cual, el contingente joven del gobierno no ha sido sino un coro de aficionados siguiendo la letra en un karaoke.
Lo que es los sectores “socialista democráticos”, o de la antigua Concertación (incluida la comparsa DC/ex-DC), han estado validando sus “treinta años” consensuados, e intentando que no les carguen el 18-O a su cuenta (o si no son dos derrotas); elogiando la institucionalidad previa al 73 (¿por qué no resucitar la Constitución del 25?, era tan buena); rescatando la figura constitucional de Allende (cuya legendaria “muñeca” no le funcionó, recurriendo a última hora a un Kaláshnikov); bancándose, además, sin crítica de fuente alguna, el dudoso “autorretrato” de Aylwin como un conciliador, ya entonces en “la medida de lo posible” (para impedir lo que se sabía que venía). Uno se deja llevar por esta musiquilla celestial, y “el Golpe se podría haber evitado”, por supuesto.
“Mejoral” seguro (“adiós dolores”). Deja de haber lo que hubo, se salva la democracia, nos ahorramos tener que reclamar el “Nunca Más” que nunca funciona, y es como si estuviésemos bajo Aylwin-Frei-Lagos-Bachelet I de nuevo, si no ad portas del 70 con Tomic, sumándose esta vez a la “Unidad Popular”, idea suya antes que de Allende. La película la podría dirigir hasta un evópoli o un amarillo-girasol, y se le podría pedir a Gael García que vuelva a poner su cara.
Hablando en serio, estos 50 años han servido para no hacerse cargo de lo que sucedió el 73, blanquear responsabilidades, y negar una historia harto más complicada. Se estaba en plena revolución desde 1964; a la institucionalidad se la pasaba a llevar permanentemente, y se siguió en ello. Vino la versión revolucionaria militar-neoliberal e impuso lo que hace toda revolución (esta vez exitosa): castiga, ordena y proyecta. Siento tener que recordarlo, pero al pasado hay que tratarlo por lo que fue y denuncia, gústenos o no.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador