Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Qué vaina lo de Venezuela
Si es como jugar ajedrez tridimensional. Demasiados los intríngulis, ángulos, perspectivas, y nadie entendiendo nada, aunque se diga de todo y se mienta aún más. De ahí que sea un craso error pensar lo de Venezuela en blanco y negro. No le sirve a Boric, que tiene la casa de huifas por este lío entre comunistas fieles y frenteamplistas alguna vez comprometidos con el chavismo (¿hoy traidores a sí mismos?), tampoco a los confundidos de siempre de derechas, desde luego, Evelyn Matthei.
Aunque volvamos atrás. El chavismo hace rato dejó de ser la esperanza bolivariana contra ese duopolio que fuera COPEI y Acción Democrática que se farrearon la riqueza petrolera y el sistema político. Si incluso el democratacristiano Rafael Caldera estimó que el golpe de Chávez en 1992 tenía justificaciones y, luego siendo Presidente, lo perdonó. Actualmente el antichavismo más lo que recuerda a cubanos de Miami que a una oposición en serio. Maduro, por su parte, no es Chávez. Gobierna sin siquiera demagogia, sino obscenamente con mentiras. Y como no es militar (a lo sumo fue guardaespaldas) cunde la esperanza de que aparezca el “gendarme necesario” (vieja forma de gobernar el país) que lo reemplace y termine con la farsa democrática institucional.
Aunque en un sentido puntual, el chavismo ha acertado, yéndole mejor que al castrismo; ha exportado la revolución (idea sepultada con el Che) y se ha asociado con narcos. Que es lo que explica su efecto en Chile donde agentes provocadores han operado como han querido, burlándose primero de Piñera, ahora de Boric, y seguramente de quién sea que siga, aprovechándose de la masiva inmigración. Ésta hace rato a la mala, y no lo mismo que el flujo inicial de profesionales de mayor nivel, la que el pasado domingo a raíz de la elección se tomó Providencia -cosa extrañísima- para protestar contra Maduro y “celebrar” el triunfo que no fue (les robaron la elección). Gentileza de nuestro gobierno que autorizó la marcha, y de la ingenuidad, o más probable incompetencia de la alcaldesa, incapaz de manejar la situación.
Fue de terror. Cortaron el tráfico de la ciudad, no solo perjudicando a Providencia; cerraron calles ciegas (usándolas como letrinas); impidieron que residentes entraran y salieran de sus casas; instalaron altoparlantes con música estridente hasta la madrugada; hubo gente atemorizada de que se tomaran sus viviendas; y de nada sirvieron las llamadas a Carabineros y la Municipalidad. Aplaudida la convocatoria por la oposición, quizá porque la derecha desde el 18-O nunca ha podido hacer una movilización parecida. Además se mira todo en blanco y negro cuando, en verdad, la barbarie no es exclusividad de nadie. Quién sabe si podrán controlarla cuando vuelvan a gobernar de nuevo desde La Moneda. A juzgar por la incompetencia de la alcaldesa, no.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
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