Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Rostro de Chile
Puede que suene un tanto matapasiones, pero la historia nunca ofrece consuelos, para eso están las religiones e ideologías. Lo que la mirada histórica, cruda y severa, suele arrojar son mundos y tiempos remotos que confirman el paso de una humanidad para nada modélica, de ahí que abrigar nostalgias resulte vano. Ello no obstante, ocasionalmente, revisando hacia atrás se recuperan “momentos de un momento” como diría Enrique Lihn, en que se nos maravilla. En efecto, se da con uno de esos instantes en que prima cierta armonía, grupos diversos valoran las mismas cosas, y llega a producirse un raro concierto dentro de una sociedad o época. Huellas suficientes, felizmente recuperadas, logran además atestiguarlo.
Es lo que rescata Rostro de Chile, significativa publicación reciente del Archivo Central de la Universidad de Chile (también online). De hecho, se trata de un levantamiento arqueológico de la mítica exposición que montara en los patios de rectoría, en octubre de 1960, un equipo espectacular de fotógrafos (Montandón, Quintana, Ulloa, Guillard) junto a colaboradores del laboratorio de la universidad quienes recorrieron el país y lo retrataron, recabando siete mil negativos, de los cuales se ampliaron 410 imágenes seleccionadas que hasta 1970 anduvieron peregrinando por el mundo.
Lo más sorprendente es que estas imágenes nos devuelvan un país que sigue siéndonos familiar, pero desaparecido. Sus paisajes en las fotos parecen todavía virginales, lo rural cotidiano figura todavía potente, la industria pesada es pujante, no muestran conflicto social (tampoco latente): ni campesinos con lanzas y banderas en son de tomas, ni miseria insuperable, ni estudiantes y trabajadores con cascos desfilando en protesta, puños en alto, peleas furiosas, nada de eso. Se nota que continuábamos marcados por el consenso mundial de postguerra, espíritu que entre nosotros venía de antes y reforzara Corfo, nuestro último proyecto nacional (no lo confundamos con la “transaca” post 1988). En blanco y negro analógico, no aún en rojo versus azul.
¿Qué pasó? Los editores de este valioso volumen atribuyen su desaparición a la dictadura. No puedo estar más de acuerdo que esta fue nefasta, pero exageran la nota. El asunto es más complejo y transversal compartido. De igual manera que un puñado de fotógrafos y técnicos de la UCh, uno que otro comunista, todos de avanzada, fueron capaces de valorar un país en paz, muy luego después del ‘64, un conjunto de fuerzas abarcando todo el espectro político incluyendo la dictadura, se encargaron de echarlo todo abajo, y aun no terminan su labor de destrucción sistemática. En fin, curiosa paradoja: las ilustraciones del libro son icónicas -las hemos visto cientos de veces- pero nos remiten al día de hoy. Es que por más que se quiera volver atrás, es imposible.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
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