Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Sin ton ni son

Boric reunión


Se afirma, y con razón, que el gobierno ha sido falaz en cuanto a la intencionalidad de los incendios. Que pretenda que solo importan datos comprobados y que no hay que “sobredimensionar” lo que sería a lo sumo condicional (intencionalidad e intención serían distintos) no es sino un pretexto. No estamos ante uno que otro incendio por catastrar, sino en medio de un país con buena parte de su territorio en llamas, y algo más que una sospecha de que serían deliberados. Igual, el oficialismo lo atribuye a “negligencia dolosa” de las forestales (que ya Gerardo Varela hizo ver que, jurídicamente al menos, solo se le podría ocurrir a alguien que no sabe de lo que habla), o, puesto que eso no prosperó, a conejos, los muy canallas. Un amigo que, por motivos profesionales, sigue día a día la política, me escribe: “está claro que pretender quitarle el bulto a la intencionalidad es plenamente intencional de parte de nuestro supremo gobierno”.

En efecto, la intencionalidad, aunque condicional, al volverse habitual, llega a presumirse. Como en las películas de terror en que suceden cosas extrañas y a la heroína, a quien se le da a entender que se está dejando llevar por la imaginación, bien vale tenérsela por víctima propicia; el espectador no es que peque de ingenuo. Y, menos si hemos sufrido, ya antes, este mismo intento de querer convencernos de que nos estamos pasando películas.

¿Qué fue el 18-O o si no? Según el guión que tienen preparado para la Feria del Libro de Buenos Aires, “aquella tarde de viernes, tras una semana de protestas bullantes, las estaciones periféricas del metro implosionaron en protesta”. Es decir, no corresponde suponer agencia externa posible en este caso. Lo mismo sobre paros, tomas, y movilizaciones estudiantiles en forma sistemática desde el 2006. Tratándose de una violencia, según este prisma, originada en motivos más que seguro que sociales afectando a sectores populares, no cabría admitir “intencionalidades” delictuales. Estaríamos frente a fenómenos espontáneos, naturales, objetivos y necesarios (que no pueden no ser). Lo que es el oficialismo, como en su momento cuando era solo vanguardia progresista, sería la única fuerza que, al identificar esta suprarrealidad que no admitiría cuestionamiento alguno, puede juzgar lo que está en juego. Más aún si manda. Así que el resto, mejor, no insista.

Usted comprenderá que se sigue este raciocinio, que yo les estoy suponiendo pero que ellos jamás reconocerán, y deja de haber historia y derecho, es decir, toda voluntad, consentimiento, dolo y, de consigo, responsabilidad y sentido descartándose de plano. El mundo viene a ser solo constatable en cuanto autogeneración espontánea, fatum, lógicas termodinámicas, entropía, en fin, concatenaciones sin ton ni son, mientras tanto el tam-tam sigue metiendo bulla.

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador