Columna de Álvaro Ortúzar: Libros: en toda vida hay tragedia y belleza

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Es cierto, así como lo es que siempre, o casi siempre, se toman otras vidas. Hay tragedias que son la otra cara de la belleza, de la dignidad o las pasiones, y las hay que se confunden con la ternura. Un poco más o menos de cada cosa tienen los cuatro libros que propongo.

Patricia Highsmith fue una autora prolífica. Su obra se caracteriza por captar en profundidad la personalidad humana, sobre todo las almas atrofiadas. La cárcel de cristal es uno de ellos. Trata de la devastación psicológica de un hombre que entra en prisión por un delito menor y en los años que pasa en encarcelado lo atrapa lentamente la ira, el terror a morir desangrado y la desconfianza en su joven mujer y el generoso amigo de ambos. Ya libre, no existe opción de rehacerse. La cárcel lo hizo a él. El otrora tranquilo e ingenuo Philip Carter no tolera su propia monstruosidad ni acepta ninguna redención.

Recordarán ustedes a Hernán Díaz, ese escritor argentino radicado en Estados Unidos, autor de la gran novela Fortuna. Su nueva obra se titula A lo lejos. No vaya a mirarse en menos porque transcurre en la época de la fiebre del oro y pudiera ser un western armado a punta de balazos y pieles rojas. El personaje, Hâkan Södrestrom, a quien llaman “el Halcón”, es un enorme, tímido y apacible sueco que simplemente por error traspasó lo imaginable. En la búsqueda de su hermano, también inmigrante, se pierde, es ferozmente perseguido e incapaz de esconderse en las llanuras y desiertos más lóbregos. No hay que olvidar, para entender este libro, que la Norteamérica de entonces era una de racismo, genocidio, ambición y dureza. El sueco buscó a su hermano, y con esa velita de esperanza prendida fue un sonámbulo y soñador de cuya vida se creó una leyenda.

La última novela de Amélie Nothomb se titula Los aerostatos, un pésimo nombre. Angie estudia filología en Bruselas, tiene 19 años y una especial finura emocional e intelectual. Pie, en cambio, es un adolescente probablemente disléxico, cuyo padre es un intruso y despótico ejemplar. Pie odia los libros, no los entiende. Pero el tacto de Angie lo entusiasma a tal punto que la novelas se le incrustan, pues Pie lee Rojo y Negro, La Odisea, La Princesa de Clèves, El idiota. Una relación que nace así, donde los personajes de los libros transforman al novel lector, son su embrujo, la base del dolor y el éxtasis.

Dejo para el final el libro que para mí fue magnífico, Solito. El autor, Javier Zamora, es un escritor y poeta nicaragüense. Hoy vive en Estados Unidos y sólo después de largo tiempo pudo revivir los 49 días -que debieron ser doce- que le tomó llegar desde El Salvador en guerra civil hasta la casa de sus padres inmigrantes. Tenía 9 años, un niño a merced del destino. Del grupo que partió, algunos desaparecieron en la noche, otros murieron o fueron detenidos y deportados. Lo cuidaron los seres más tristes, solitarios, casi inmundos, y a la vez esperanzados. Lo abandonaron los confiables. Tirado en un carro militar como destinado al patíbulo, imaginó ser un supermán volador, con una lagartija de juguete. El “Chepito” tardó tanto en decidirse a revivir ese viaje, que su primera frase es la que desarma: “Por primera vez me sentí alone, solo, solito, solito de verdad”.

Por Álvaro Ortúzar, abogado