Columna de Álvaro Pezoa: La familia, forma esencial de la sociedad (I)

Familia
La familia, forma esencial de la sociedad.


Se suele denominar a la familia como la célula básica del orden social. La familia es aquella forma o estructura en la cual el ser humano se personaliza y se socializa. Es el lugar natural, propio y primario del devenir del individuo y de la sociedad. Es en ella donde la persona despliega su condición de individuo y, al mismo tiempo, la de ser eminentemente social. Con Rafael Alvira (1942-2024) se puede sostener que la familia es la forma pura o esencial de la sociedad. Esto significa que todas las otras formas y modos de darse lo social son a continuación de ella; más todavía, se siguen de ella. La familia es lo primero cronológicamente y es, asimismo, donde están contenidos en sus aspectos fundamentales los rasgos principales de los distintos órganos intermedios que conforman el todo social. En ella se encuentran prefiguradas, ya presentes potencialmente, las características básicas de este último. Es la primera organización de algo que podemos llamar sociedad viva y es la componente primaria de formas de vida societaria más complejas. Es decir, todo el entramado social se despliega desde ella.

La familia es, asimismo, la comunidad básica que se hace cargo de la dignidad de la persona humana. Es el espacio vital donde ella está llamada a ser valorada plenamente en consonancia a su dignidad ontológica. Puesto que el amor es su constitutivo radical, es en ella donde el individuo puede ser querido absolutamente, sin condiciones, por el solo hecho de ser quien es. Este rasgo de la vida en familia resulta fundamental, porque el ser humano, debido a su especial dignidad entitativa -espiritual, racional y libre-, necesita saberse valorado per se. Al respecto, la familia es insustituible. Todas las otras instituciones que conforman la sociedad mayor, aunque aprecien altamente a la persona, por su propia naturaleza han de imponerle condiciones para pertenecer a ellas.

También es en la familia donde se comienza a desarrollar la sociabilidad, que es parte esencial de la condición personal. Desde el momento en que una persona llega al mundo dentro de una familia, es inmediatamente acogido como quien es, es decir, al mismo tiempo como individuo y relación. Junto con ser una individualidad única e irrepetible, cada persona es coetánea e inseparablemente un ser relacional: es hijo, hermano, nieto, primo, sobrino, etc.; en todo caso, al menos siempre será hijo. En fin, la familia constituye el lugar natural para la reafirmación efectiva de la dignidad de la persona en lo más fundamental y, por lo mismo, el espacio, por antonomasia, para establecer los cimientos de su sociabilidad.

Por las razones expuestas, la ausencia de una buena vida familiar produce carencias y vacíos que otros órganos sociales no están en situación de suplir. Mirado desde un punto de vista antropológico, no es casual que toda crisis relativamente generalizada de la familia se traduzca prontamente en una crisis social. Es más, puede ser afirmado que si alguien deseara asegurarse de que en una sociedad se desate una crisis, bastaría con que se encargase de que la haya en la familia, puesto que la social vendrá como consecuencia. Tema crucial, para próxima consideración.

Por Álvaro Pezoa, director Centro Ética y Sostenibilidad Empresarial, ESE Business School, Universidad de los Andes

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