Columna de Álvaro Pezoa: Mirando al 4 de septiembre
Por Álvaro Pezoa, ingeniero comercial y doctor en Filosofía
La primera cuenta pública de Boric ha dado pie a diversas interpretaciones. Que fue un discurso moderado, integrado a la historia de Chile, considerado con los presidentes que lo han precedido, bien diseñado y dicho, que apunta a las principales demandas sociales, con espíritu republicano, empático, que intenta mitigar los miedos y las rabias existentes en la sociedad, que muestra cierta madurez en el ejercicio del cargo, que genera esperanzas. También, que plantea un conjunto de ofertas imposibles de cumplir, que sigue mostrando la actitud adolescente que predomina en la élite actualmente gobernante. En fin, que el tono y la forma. Todo válido en algún grado.
Sin desmedro de lo anterior, la lectura que parece más atendible es que el Presidente ha intentado modificar el escenario político con el propósito de generar condiciones favorables al triunfo de la opción Apruebo, el 4 de septiembre, en el plebiscito de salida del proceso constituyente. Él tiene claro que el destino de su gobierno se encuentra estrechamente vinculado a la obtención del resultado mencionado. Un triunfo del Rechazo le restaría a este último herramientas útiles para el cumplimiento de sus objetivos “refundacionales” y dañaría profundamente “el relato” rupturista que ha caracterizado la trayectoria de Apruebo Dignidad (FA y PC). Por lo mismo, el miércoles pasado la escena fue cuidadosamente montada y ejecutada. Se trataba, precisamente, de dar ciertas certezas, insinuar una ruta y despertar alguna esperanza. Por supuesto, durante los días siguientes el equipo ministerial se ha encargado de ir precisando los alcances de las palabras presidenciales: las promesas efectuadas difícilmente podrán ser cumplidas sin un cambio constitucional, entonces “aprobar” sería lo que ahora se necesita.
El discurso del 1° de junio evidencia dosis de talento político en la “navegación”, resulta funcional para alcanzar la meta inmediata, y, consiguientemente, podría facilitar la andadura para implantar en el país el “sueño socialista” augurado. No es la primera vez (ni será posiblemente la última) en que Boric gire sobre la marcha. Parece ser lo suyo. No obstante, surgen dos interrogantes. La primera, siempre fundamental, ¿es conveniente para Chile aprobar la Carta Magna que propone la CC, y el bosquejo de acciones -fines y medios- que ha presentado el Presidente procurando que ello efectivamente ocurra? La segunda, ¿es posible siquiera transformar la poesía declamada en prosa operativa para los ciudadanos? ¿Querrá la realidad ajustarse al deseo (ilusión) que ha sido expresado? Entretanto, la apuesta está hecha. Queda la impresión que en ella parece jugarse (casi) todo para la actual administración. Desenlace todavía incierto. Entretanto, Chile sigue mirando a cortísimo plazo.
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