Columna de Álvaro Pezoa: Pasión impositiva
En la extensa cuenta pública realizada por el Presidente Boric, una de sus ideas fuerza fue la imperiosa necesidad de efectuar una reforma tributaria que permita al fisco recaudar más recursos para destinarlos a la satisfacción de diversas ofertas sociales prometidas durante su campaña. Sin la aprobación de ésta, dio a entender, sencillamente el Ejecutivo no podrá cumplir con su programa. Por tal convicción, después de que el primer intento fuera rechazado en el Congreso, el Mandatario insistirá en llevar pronto a esa sede una nueva propuesta en la materia.
Contrasta con la “pasión impositiva” del gobernante el escaso o nulo espacio que dejó en el mismo discurso para plantear medidas procrecimiento de la actividad económica. Hecho altamente llamativo, en particular, si se considera el alicaído estado en que se encuentra la economía nacional. Aumentar la carga tributaria a las empresas y la ciudadanía, en una situación de ausencia de crecimiento económico, únicamente puede conducir a un mayor estancamiento de la inversión, la producción y la comercialización de bienes y servicios. Y, consiguientemente, a un aumento del desempleo. Pero, como ocurre también en otros campos, la ideología parece impedir al Presidente -y a su gobierno- apreciar la realidad.
El único camino conocido y probado (al tiempo que legítimo) para aumentar la riqueza material de un país es hacer que su economía crezca. Ésta debería ser, por lo tanto, una obligación ineludible para los conductores de la nación y de su política económica. Con todo, es obvio que crecimiento no es lo mismo que desarrollo económico, y menos todavía que desarrollo integral. Sin embargo, es una condición de posibilidad inevitable para alcanzarlo; y, en tal sentido, una prioridad. El combate a la pobreza, la mejora de la salud y de la educación, el incremento de las jubilaciones y la extensión de los subsidios para la vivienda, requieren de más medios. Estos han de provenir del dinamismo de la actividad económica. Antes de afanarse por recaudar más impuestos, hay que ocuparse de que la economía progrese (que, sea dicho de paso, es la mejor vía para percibir más ingresos).
El uso que se da a los bienes obtenidos es otra asignatura pendiente. En vez de recargar más a los contribuyentes, habría que trabajar en hacer más eficiente al Estado, modernizándolo y reduciendo su innecesario gigantismo. Conjuntamente, mejorar la calidad de las políticas públicas y la utilización efectiva de la recolección tributaria. En Chile se pagan cada vez más impuestos, pero el nivel de las prestaciones públicas continúa siendo, en general, deficiente.
La incesante incorporación de personas al aparato público para pagar favores políticos o encubrir la desocupación real; las abundantes corrupciones existentes en los diversos niveles de la burocracia estatal; las ineficiencias operacionales de los planes de ayuda social, son males por abordar antes de recurrir a nuevos incrementos de impuestos. Falta ingenio y voluntad. ¡No más de lo mismo!
Por Álvaro Pezoa, ingeniero comercial y doctor en Filosofía