Columna de Álvaro Pezoa: Realidad e ideología
Tanto por sus hechos y dichos, como también por sus omisiones, el gobierno no parece haberse hecho cargo de la profunda derrota que sufrió el pasado 4 de septiembre. Tampoco del rechazo implícito que el resultado del plebiscito significó para una parte sustantiva de su programa presidencial. Menos del fracaso del Presidente, que ofició -indebidamente- de jefe de campaña del Apruebo. Hay quienes piensan que la ausencia de una reacción proporcionada al acontecimiento sería evidencia de juventud, inexperiencia política y hasta de una actitud adolescente. Algo de ello puede haber. Otros estiman que se trataría de una disposición táctica, esto es, deliberadamente no acusar el golpe para seguir adelante como si poco o nada hubiese ocurrido. Se trata de una hipótesis imposible de desdeñar del todo. Sin embargo, la explicación más atendible se encuentra en la enorme ideologización que permea las propuestas y las acciones de Apruebo Dignidad.
La mentalidad ideológica halla su fundamento en un sistema cerrado de ideas orientado a la praxis, en una cosmovisión sobre el hombre y la sociedad que busca refundar el orden vital real, con el propósito de alcanzar una suerte de paraíso terrenal que permitirá la liberación redentora del ser humano del mal que le aqueja en su existencia histórica. Es propio y distintivo de este modo de pensar el propósito de aplicar sus concepciones sobre la realidad, para moldearla como si se tratase de un material informe disponible para hacer con él aquello que se antoje. En síntesis, la ideología se considera llamada a reconfigurar radicalmente al hombre y a la sociedad, según lo dictan sus preconcepciones sobre los mismos. Si la realidad se contrapone abiertamente con la posición ideológica, “peor será para ella”. El nacionalsocialismo y el marxismo comunista han mostrado prácticamente hasta qué punto puede ser así.
La imposición de una ideología en una sociedad concreta requiere la guía de una vanguardia iluminada, de una élite conocedora del futuro de la historia, que está destinada a conducir la refundación de la sociedad y la liberación del hombre, hechos que, por lo demás, son inevitables. Es en este contexto donde ha de ser comprendida la convicción de Boric respecto a que él y su cohorte revolucionaria son unos “adelantados” a su pueblo. No hay verdad que conocer, ni error que reconocer. La realidad se ha opuesto al plan ideológico, pero es únicamente una cuestión de tiempos, todavía no ha llegado el “momento”. Habrá, por lo tanto, que perseverar. Bajar la velocidad de la marcha. E insistir en efectuar las transformaciones que la “porfiada” ciudadanía, incapaz de ver su bien, se niega a aceptar. En el mismo sentido, habría que entender las palabras de Tellier: “el triunfo del rechazo es una derrota electoral, con visos de derrota política, pero no es una derrota estratégica”. Es claro, esta función continuará…
Por Álvaro Pezoa, Ingeniero comercial y doctor en Filosofía
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