Columna de Álvaro Pezoa: Segundo tiempo: de mal a peor

PRESIDENTE GABRIEL BORIC


En pocos días más, el actual gobierno iniciará la segunda mitad de su mandato, cerrando la primera con un saldo altamente deficitario. Este hecho, de por sí negativo, resulta ser aún más pernicioso si se considera que, para periodos presidenciales de cuatro años, se suele constatar que los dos primeros son aquellos donde han de ser concretadas las contribuciones principales, prometidas en el correspondiente programa de gobierno. El “segundo tiempo” gubernamental, en cambio, viene marcado indefectiblemente por dos años eleccionarios donde, se supone, el Ejecutivo de turno debe afianzar lo avanzado en el primero junto con propiciar resultados en los comicios que permitan la continuidad de su sector en el poder. En síntesis, la situación se presenta francamente adversa para la coalición al mando de la nación, pues esta prácticamente no ha tenido logros, especialmente en materias fundamentales para ella -tributaria, previsional, cultural, medioambiental- y otras siempre claves, como es el caso de salud y educación; o más seguridad ciudadana, que ha llegado a ser el problema más apremiante para la población. Si a esta lista se agregan otros temas relevantes complejos, como inmigración y reacción ante desastres, el cuadro termina siendo francamente paupérrimo.

Al paisaje dibujado habría que añadir todavía la existencia de una percepción de incompetencia generalizada en la administración pública, el crecimiento inorgánico de la burocracia estatal, la amplia corrupción y el estancamiento económico-laboral. Con este escenario como punto de largada para proyectar los años que faltan para que concluya el gobierno de Boric, ¿qué esperanza racional existe de que este último repunte? La pregunta, por supuesto, atañe directamente a la izquierda política, pero aquello que más importa, por lo menos en esta tribuna, es que también atañe a Chile. Dicho de otro modo: si hoy es posible convenir en que al gobierno le está yendo muy mal, al país le está ocurriendo otro tanto.

Incluso más alarmante, si cabe, es que no se aprecian indicios concretos que señalen que la situación nacional pueda ir a mejor. La impericia de los dirigentes y equipos profesionales a cargo de los destinos de la patria se hace palmaria cotidianamente, partiendo por la “volatilidad”, y con frecuencia la “ausencia”, del Presidente. Al respecto, hay quienes piensan que no existe rumbo definido, que el Estado se encontraría “al garete”; es una interpretación posible. Otra vendría a sostener que sí hay timón, pero que la autoridad navega como puede contra “sus propias adversidades” para obtener algo de aquello que permanentemente han querido alcanzar el FA, el PC y Boric, “el de siempre”.

Frente a esta realidad, la responsabilidad más significativa en el futuro nacional inmediato parece encontrarse en manos de la oposición política y en la voluntad de cada ciudadano.

Por Álvaro Pezoa, ingeniero comercial y doctor en Filosofía

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