Columna de Álvaro Pezoa: ¿Ser o no ser?
Ser o no ser, esa es la cuestión. Definitivamente no resulta posible querer ser un joven rebelde cargado de ideología y crítica moralista antisistema, impulsado por un anhelo de refundación social radical disruptiva, al tiempo que un gobernante prudente guiado por principios, situado en la realidad y afincado en la historia, que busca conducir a su país por el camino de reformas que precisa para continuar o retomar su senda de desarrollo. Hay que optar por uno u otro papel.
Por momentos, Boric da señales que parecerían indicar que comprende que la Nación precisa más que nunca un estadista, un Presidente con las características del segundo tipo; pero rápidamente se desdice, muta y retorna a su rol de siempre: el de revolucionario impenitente, comprometido hasta la médula con la causa de la izquierda ultra. Es más fácil, es aquello que le nace, es lo que sabe hacer, ¿es lo que puede? Aunque hay quienes les tranquiliza parcialmente pretender que en él “habita” la dualidad mencionada, la verdad es que no hay dos personalidades que se encuentren disputando la preeminencia al interior de Gabriel, existe una sola, que cuando la oportunidad lo exige “interpreta” a la otra, la de carácter “moderado”. Así, por ejemplo, lo hizo para la segunda vuelta presidencial y, con mucha mayor dificultad, después de su derrota como jefe de campaña del Apruebo el 4S. En esta línea de conducta, los indultos no fueron propiamente un desliz, sino una manifestación más del “Boric profundo”.
Tener claridad sobre este respecto es imprescindible para saber a qué atenerse, qué esperar. A luz de lo expuesto, cabría aguardar que el gobierno continúe intentando plasmar su programa presidencial, demoliendo para moldear desde cero en la “medida de lo posible”, es decir, en tanto que la resquebrajada institucionalidad, la oposición política y la ciudadanía se lo permitan. Pero, destruir no cuesta nada -el 18O lo mostró con inusitada crudeza-, por contraste construir bien requiere de realismo, buenos proyectos, equipos capaces, conocimientos teóricos y prácticos, madurez, estabilidad. Todo ello no se improvisa ni el mero transcurso del tiempo asegura adquirirlo. En síntesis, siguiendo el curso de los acontecimientos a Chile le vienen por delante más de tres largos años de ínfulas gubernamentales redentoras alimentadas por concepciones ideológicas tan mesiánicas como erradas e inservibles. No es alentador el panorama, más aún porque el Mandatario representa fielmente al grupo humano que lo acompaña, los une lo esencial.
Como triste alternativa de un “daño menor” queda aquello que, desde posiciones de gobierno, pueda hacer el denominado socialismo democrático para morigerar en parte al FA y el PC. O, desde el Congreso, sus fragmentadas fuerzas políticas donde el núcleo de izquierda extrema es minoría. ¿Es verosímil algún escenario francamente mejor?
Por Álvaro Pezoa, ingeniero comercial y doctor en Filosofía
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