Columna de Álvaro Pezoa: Travestismo político
Travestismo, según la RAE, es la práctica consistente en la ocultación de la verdadera apariencia de alguien o algo. Hace algún tiempo se ha hecho costumbre aplicar el vocablo a la actividad política, haciendo referencia a grupos o personeros que cambian con frecuencia de parecer u opinión respecto a diversas cuestiones que han sostenido defender o con las que se identifican. José Antonio Kast ha sostenido recientemente que Chile tiene en la actualidad un Presidente travesti político. Hay quienes, por razones o intereses dispares, se han mostrado escandalizados por la expresión utilizada por el líder Republicano. Sin embargo, guarda profunda razón.
Boric ha sido muchas veces asociado, en los medios y las RRSS, a la noción de la “voltereta”, esto es a la realización de permanentes giros bruscos en dirección contraria a la que lleva o dice llevar. Es una imagen forjada por él mismo, fruto de su propia actuación política. El tiempo transcurrido al mando en La Moneda ha resultado ser particularmente prolífico en la materia. El otrora joven rebelde, que en 2019, aprovechando su investidura como diputado, encaraba a uniformados indefensos ante él en las calles, utilizando con singular habilidad las cámaras de los medios de comunicación, que declaraba querer “orinar” en un casco militar y apoyaba la figura del perro “matapacos”, para denostar a la institución de Carabineros de Chile, que se fotografiaba ufano con una polera con la figura de Jaime Guzmán con un balazo en la frente, sostiene hoy defender como un “perro” a la sociedad frente a la delincuencia y el terrorismo y se abraza con viudas de Carabineros asesinados por la misma violencia que siempre alentó.
Tres interpretaciones posibles. La primera, que algunos dicen creer: Boric cambió, ha madurado en la Presidencia, se ha convertido en un socialdemócrata (o ya lo hará); falta mucho recorrido -y bastante más lineal- para que sea una opción creíble. La segunda, hasta ahora la más atendible por lejos, él se mueve de aquí para allá según piensa que le conviene, no tiene más atadura con la realidad que la que le indica el oportunismo y la conveniencia: es el travesti político por excelencia, cambia de posición si estima que lo necesita, ¡punto!, pero sigue siempre siendo quien ha sido y es. La tercera, es la alternativa más “psicoanalítica” que hay quienes les gusta proponer: no hay en Boric propiamente “identidad”, sino una suerte de pura “veleidad”, por lo mismo no sería capaz de auténtica transformación pues no habría nada substancial susceptible de tal.
En síntesis, tanto por dar razón a la expresividad de los hechos, como por escapar tanto de falsas ilusiones como de explicaciones hiperpsicologizadas sobre la personalidad del primer Mandatario, la idea del travestismo político parece no solo plausible, sino la valoración más objetiva de su conducta política.
Por Álvaro Pezoa, ingeniero comercial y doctor en Filosofía
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