Columna de Álvaro Saieh: Robert Zimmer, profundo creyente de la libertad de expresión
Robert, Bob, Zimmer fue un hombre de muchos talentos, desde las matemáticas, donde encontró sus primeros éxitos, hasta su gran capacidad para lograr que muchos creyeran en grandes proyectos. Como presidente (rector) de la Universidad de Chicago visitó nuestro país, que siempre estuvo en sus pensamientos, y en cada viaje -a veces junto a su señora Shadi Bartsch-Zimmer-, se tomaba el tiempo para juntarse con los alumni de Chicago, ponerlos al día de lo que la Universidad estaba haciendo y recordarles la experiencia vivida. En Chile fue parte de diversos proyectos, en particular, el Telescopio Magallanes Gigante, donde Chicago fue una de las instituciones fundadoras. Pero su deseo de hacer un HUB en Chile tal como tiene la Universidad en India y China no se realizó por distintas razones.
Chicago era principalmente una Universidad de postgrado cuando Bob Zimmer asumió. Convencido que el pregrado era muy importante para el alcance de la Universidad, decidió cambiar eso. Reforzó la estructura del College y quizás lo más importante, creó un fondo que se llamó Odyssey program, que fue una entre varias audacias de Bob. El programa no tenía financiamiento, pero comprendió que el hecho de que excelentes estudiantes quedaran fuera por no tener recursos no solo era malo para la Universidad si no que impedía, además, que la Universidad cumpliera el rol de dar igualdad de oportunidades a todos. A partir del Odissey program ya no se requería a los postulantes tener financiamiento. Si pasaban los estándares de admisión de la universidad, ésta se comprometía a financiarlos, según sus necesidades. El resultado fue que el número de postulantes aumentó de forma impensada. El impacto del Oddyssey program fue inmenso. Los estudiantes hispanos pasaron del 10% de los admitidos en 2009 al 19% este año y los estudiantes afroamericanos aumentaron del 5.6% al 11% entre las mismas fechas. El 99% de los admitidos estuvieron en el rango superior del 10% de sus clases y el 17% de ellos recibió un Pell Grant, el mayor número recibido nunca por estudiantes de pregrado. Además, el 53% recibió ayuda financiera de la Universidad.
La semana pasada Google e IBM anunciaron una subvención conjunta de 150 millones de dólares a la Universidad de Chicago para construir un computador cuántico, reconociendo así el liderazgo mundial de la Universidad en este campo. Es gracias a Robert Zimmer que la Universidad, que anteriormente no había tenido un departamento de informática de primer nivel y que hasta hace poco carecía de una escuela de ingeniería, se ha puesto en la frontera de la informática cuántica. Hace 15 años, Zimmer recurrió a los recursos de los laboratorios nacionales Argonne y Fermi en el campus de la universidad; aumentó las capacidades de ingeniería de la Universidad, fundando el Instituto Pritzker de Ingeniería Molecular, y apoyó una serie de contrataciones estratégicas en múltiples disciplinas científicas, con el fin de construir uno de los principales centros mundiales de informática cuántica. Eligió ese campo deliberadamente, mucho antes de que fuera una palabra conocida, e invirtió estratégicamente en un puñado de científicos que realizaban un trabajo pionero. Chicago está lejos de Silicon Valley, pero gracias a los esfuerzos de Bob Zimmer hoy emerge como uno de los principales centros de informática cuántica en Estados Unidos.
Bob Zimmer trajo, además, a la Universidad de Chicago un nuevo modelo de investigación en ciencias sociales, construyendo una serie de “laboratorios” que investigan temas tan diversos como la delincuencia, la educación y la pobreza, que se nutren de los diversos departamentos e investigaciones de la universidad, terminando con los compartimentos estancos y las visiones unilaterales ante problemas sociales concretos. Así, fomentó la aplicación de métodos experimentales a los problemas sociales, situando estos laboratorios en la intersección entre el mundo académico y la sociedad. Fue, por ejemplo, el arquitecto del Instituto de Educación Urbana, que creó escuelas concertadas para aunar la investigación y la práctica en las aulas. El Laboratorio del Crimen, por otra parte, aportó las técnicas de las ciencias sociales a la mejora de la policía y la justicia, no sólo en Chicago sino en todo EE.UU., incluyendo una sucursal del Laboratorio del Crimen en Nueva York. Los cinco laboratorios que creó siguen poniendo ciencia de vanguardia al servicio de las ciudades del mundo.
Profundo creyente en la libertad de expresión, Zimmer en su rol de presidente de la Universidad de Chicago toma el liderazgo en la lucha por la expresión libre de las ideas. En un mundo donde la ‘cancelación’ se ha vuelto común, y donde la incomodidad se confunde con la falta de respeto, él lideró la creación de los principios de Chicago, un compromiso certero con una libertad de expresión que permite el debate riguroso, robusto y desinhibido. Estos principios se pueden leer en https://freeexpression.uchicago.edu/. El mayor honor que se puede hacer a su memoria es seguir teniendo debates, seguir buscando nuevos caminos, y nunca olvidar que en las ideas contrarias puede haber algo que descubrir.
Todo lo anterior nos revela que Bob Zimmer no solo era un hombre inteligente y carismático -eso era probablemente la parte obvia-, lo que quizás tomaba más tiempo en descubrir era su enorme capacidad de conectar con diversas personas, más allá de sus ideas y posiciones políticas, y hacerlas ver un objetivo común. Así logró, por ejemplo, conseguir que la Biblioteca del Presidente Obama se realizara en diálogo con la universidad. Cada vez que viajábamos a Chicago, incluso estando ya enfermo, Bob se tomaba el tiempo de recibirnos. Me imagino que fue así con muchos de sus amigos y cercanos, porque Bob brillaba haciendo sentir bien a otros con su calidez y una pícara sonrisa.
Por Álvaro Saieh, exintegrante del Comité Ejecutivo de la universidad de Chicago, exTrustee de la Universidad de Chicago, PhD de la universidad de Chicago.