Columna de Álvaro Uribe: El Presidente Sebastián Piñera

Alvaro Uribe
Sebastián Piñera durante una reunión con Álvaro Uribe en La Moneda, el 10 de marzo de 2010. Foto: Presidencia


Por Álvaro Uribe Vélez, expresidente de Colombia (2002-2010)

Ninguna noticia más contradictoria con la realidad que el fallecimiento del Presidente Piñera. Era todo vitalidad, alegría y simpatía, no parecía que fuera mortal. En su curiosidad vino a visitarme a Colombia cuando yo ejercía la Presidencia. Quería enterarse de nuestros permanentes Consejos Comunitarios, en alguna forma parecidos a cabildos populares. Me acompañó a Neiva a una de estas reuniones. Le pregunté muchas veces si quería retirarse por el calor tropical del río Magdalena. No parecía que lo inmutara. Observó con mucha paciencia el desarrollo del diálogo con la comunidad, además de mis interminables saludadas y despedidas, individualizadas y con apretón de manos.

Asistí a su primera posesión. Recuerdo el temor que me causó el temblor del edificio del Congreso, una de las réplicas del destructor terremoto de la época. Mostró su talante, dio un saludo protocolario a los mandatarios invitados a un almuerzo, nos despidió rapidito para ir a atender víctimas y daños de esa catástrofe natural.

Compartí muchos foros con él, llegaba preparado y hablaba directo. Almacenaba cantidades de datos y los exponía con rigor.

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Sebastián Piñera, Álvaro Uribe y Alfredo Moreno, en diciembre de 2010. Foto: Cancillería

En el diálogo interpersonal se desplazaba con una inmensa cultura. Sabía de muchos temas, pero con profundidad, no por superficial descreste político. Cuando le preguntaba por algún episodio de la historia de Chile me lo explicaba en detalle. Y también en detalle conocía como pocos de la historia de Colombia. En nuestra cordial interlocución le expresé mis preocupaciones con el Acuerdo con Farc, que apoyó.

El Presidente Piñera era un promotor del diálogo democrático en nuestros países. Tenía mucha agilidad para buscar opciones, pero también tropezó con la intransigencia ideológica de algunos de sus opositores.

A doña Cecilia su esposa, a sus hijos y nietos, a toda la familia, al pueblo chileno toda nuestra solidaridad.

Vivió muchos episodios de la historia de su Patria, transcurrió en la victoria y en momentos de adversidad, sin pasar intrascendente. Pero siempre en Chile.