Columna de Anders Beal: Trump y las llamas de la crisis climática: ¿Qué esperanza queda para la cooperación internacional?

Trump
Donald Trump llega a la plataforma petrolera Double Eagle Energy, en Midland, Texas, para pronunciar un discurso. Foto: Archivo


Por Anders Beal, investigador y asociado senior del Programa de América Latina en el Woodrow Wilson International Center for Scholars en Washington, DC. Las opiniones expresadas son exclusivamente del autor.

Hoy asume el presidente-electo Donald Trump para su segundo mandato de gobierno. En contraste con su elección en 2016, esta vez ha ganado el voto popular (con un margen de 1,6 por ciento) junto con la mayoría de los votos en el Colegio Electoral, cuando el último candidato republicano de lograr esto fue George W. Bush durante su reelección en 2004.

Su retorno al poder coincide con una de las peores catástrofes en la historia reciente, parte de la continua crisis climática. Los devastadores incendios forestales en California han desplazado a más de seis millones de personas y pérdidas estimadas en 250 mil millones de dólares, una cifra cercana al PIB de Chile. Sin embargo, la asistencia a esta catástrofe por parte del gobierno federal ha caído en una pelea partidaria de lo que podría ser uno de los desastres naturales más costosos en la historia del país.

En este contexto, el 14 de marzo emerge como fecha crucial para ambos partidos políticos, ya que será el momento en que la discusión por el presupuesto federal podría desencadenar desacuerdos. La legislación por un nuevo presupuesto será esencial para financiar las operaciones del gobierno nacional y garantizar la asistencia necesaria a los miles de familias que enfrentan las secuelas de esta catástrofe climática. Este momento también podría abrir la puerta para un debate sobre la adaptación al cambio climático, a pesar del cambio en prioridad que recibirá el tema durante el próximo gobierno, que ya ha mostrado su interés en desarrollar los combustibles fósiles bajo un viejo lema de Trump: “¡Perfora, cariño, perfora!”.

Desde la elección presidencial, varias controversias han perseguido la transición de poder, como por ejemplo, las propuestas y declaraciones del propio Trump en sugerir la compra de Groenlandia a Dinamarca, incorporar a Canadá como el estado 51, o retomar el control del canal de Panamá. No obstante, el proceso ha sido pacífico en comparación con la insurrección del año 2021, episodio que aún divide profundamente al país entre quienes condonan la violencia y quienes la definen como una gran amenaza para la democracia y la estabilidad política de los Estados Unidos. En el corto plazo, es probable que el presidente indulte a sus seguidores involucrados en los eventos del 2021, como ya ha indicado en varios discursos.

Bombas hidráulicas en funcionamiento frente a una plataforma de perforación en un campo petrolero en Midland, Texas, el 22 de agosto de 2018. Foto: Reuters

Asimismo, ha reiterado su intención de “hacer a América grande de nuevo”, tanto en el ámbito doméstico como en el internacional. Su estrategia, centrada en el lema “paz a través de la fuerza” aborda desafíos que se han planteado en la psique nacional como la migración y la seguridad fronteriza, el comercio internacional y la competencia con China. En muchos sentidos, todos estos temas se pueden vincular con el empeoramiento del cambio climático. Por ejemplo, ya se proyecta la migración global, aunque difícil de medir, entre 216 millones a más de unos mil millones de personas para el 2050 por los impactos climáticos. Los países de Centroamérica, en particular, enfrentan tremendas dificultades por la falta de agua y recursos, incluyendo en Panamá, que ha sufrido una sequía histórica impactando al canal desde 2023.

El comercio internacional también está enfrentando varios cambios y la tendencia de una “desglobalización” desde la pandemia podría significar un reordenamiento de relaciones comerciales según nuevas alianzas económicas. La experimentación de la Unión Europea con el Mecanismo de Ajuste de Carbono en Frontera (CBAM, por sus siglas en inglés), busca reducir las emisiones de sus importaciones mientras fortalece su competitividad. Además, en diciembre se anunció la firma del tratado de comercio UE-Mercosur que pretende no solo fortalecer el comercio entre ambos bloques, sino también mitigar las tensiones comerciales con el gobierno de Trump y su estrategia frente a China, especialmente ante la inminente imposición de una nueva ola de aranceles.

Aquí también se encuentran unos restos de la crisis climática global, dado el disgusto estadounidense por los mercados estratégicos que China ha dominado gracias a su política industrial, desarrollada con fuerza durante décadas. Ejemplos de esto son los minerales críticos, la fabricación de paneles solares, molinos, y otros componentes para la energía eólica, así como su superior competitividad en el sector de vehículos eléctricos. Por ejemplo, en México, China ha consolidado su control en la industria automotriz eléctrica, lo que probablemente atraerá la atención del próximo gobierno de Trump.

A pesar de las especulaciones, aún es muy temprano para saber exactamente cómo el próximo gobierno estadounidense abordará la amplia variedad de temas políticos y económicos debatidos durante la campaña presidencial. La inflación persistente pospandemia fue uno de los puntos centrales, con énfasis en los retos que enfrenta la clase media, desde su rabia con el aumento en el costo de productos básicos como huevos en el supermercado, hasta el rechazo a lo que muchos perciben como política identitaria, calificada como una estrategia divisoria del Partido Demócrata y un reflejo de los choques culturales que caracterizan la política estadounidense.

Sin embargo, por todas las fallas del Partido Demócrata, no es nada obvio cómo gobernará el presidente Trump ni si logrará generar consenso político dentro un Congreso donde el Partido Republicano controla ambas cámaras. Esta mayoría, aunque ajustada, pone de manifiesto la necesidad de legislación bipartidista y colaboración con los demócratas, como por ejemplo con la Ley de las Américas, que busca consolidar el comercio en el continente americano mediante la inversión y el intercambio cultural, así como académico. Más allá de las declaraciones del presidente sobre el cambio climático, las acciones del gobierno entrante en este ámbito tendrán implicaciones profundas, influyendo la estabilidad climática del planeta en el futuro.

Si el pasado es prólogo, es probable que el presidente Trump inicie, por segunda vez, el proceso para salir del Acuerdo de París, situando a los Estados Unidos, un gran impulsador del tratado, junto a países como Yemen, Libia e Irán. Incluso podría buscar, si logra el apoyo necesario en el Senado, retirar totalmente a Estados Unidos de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, establecida en 1992 durante la Cumbre de Río de Janeiro. Aunque difícil de implementar, significaría que los Estados Unidos quede fuera de la mesa para dialogar y negociar, lo que supondría un duro golpe para el sistema multilateral actual y los esfuerzos globales en la lucha contra el cambio climático.

Estados Unidos debería tener un fuerte liderazgo climático, y aún es por confirmar el papel de Elon Musk, entre otros asesores, que pudieran tener alguna influencia en preservar ciertos avances tecnológicos en industrias sostenibles. Es crucial evitar la pérdida de progreso en áreas estratégicas que apoyan la competitividad del país en las industrias del futuro. Se espera un intenso debate sobre la Ley de Reducción de Inflación, por ejemplo, que ha generado fuertes inversiones en estados gobernados por el Partido Republicano. No obstante, el avance internacional frente a la crisis climática dependerá en gran medida de nuevas ideas y alianzas globales fundamentadas en valores compartidos de ambientalismo y sostenibilidad.

Países como Chile, con una destacada trayectoria en políticas climáticas, junto con otros países latinoamericanos, deberían seguir liderando iniciativas basadas en el crecimiento verde y el desarrollo sostenible. Esto no solo responde a las tendencias del mercado mundial, sino también a la creciente importancia estratégica de las alianzas climáticas en las relaciones internacionales futuras.

Si Estados Unidos se retira del Acuerdo de París, es probable que surja una brecha en el liderazgo global sobre cambio climático. En ese contexto, Brasil y otros socios podrían tomar la delantera, formando lo que el economista William Nordhaus denominó un “club de clima”, en el que los países comprometidos con metas climáticas ambiciosas colaboren estrechamente. La próxima COP30 en Belém presenta una valiosa oportunidad para explorar nuevas alianzas y enfoques. Aunque las llamas del cambio climático continúan creciendo de manera alarmante, aún queda espacio para la esperanza y la acción colectiva.

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