Columna de Angélica Cepeda y María Teresa Romero: Suspensión de clases: ni un día menos
En cada elección se habilita el cierre de los colegios que serán local de votación desde la tarde del jueves, hasta el lunes siguiente, inclusive. Hoy, que la propuesta de hacer el próximo proceso electoral en dos días fue aprobada, deberíamos agregar un día perdido adicional. Hacer las elecciones en dos días no es inocuo, y si hay alternativas a la mano para evitarlo, deben ser consideradas.
La pandemia del Covid-19 reveló el profundo impacto que la interrupción de clases tiene en los aprendizajes y en la salud física y mental de niños, niñas y adolescentes. Según el informe “Panorama de la Educación 2022″ de la OCDE, Chile fue el país que más días cerró sus escuelas: 259 días entre 2020 y 2021.
Terminada la pandemia ¿hemos normalizado la suspensión de clases? Garantizar el acceso continuo al derecho humano a educación volvió a ser uno de nuestros principales problemas.
Las causas de las interrupciones son múltiples. Las paralizaciones del Colegio de Profesores se repiten año a año. El 2015, 8 semanas en rechazo a la ley de carrera docente. El 2019, 51 días por la deuda histórica y la doble evaluación. El año pasado en la Región de Atacama se perdieron 80 días y este año en Antofagasta 40.
Las suspensiones por la violencia también son alarmantes. A junio de 2023 había 25 escuelas quemadas en la macrozona sur. Desde 2019 se han registrado 1.733 “narco-funerales”, obligando a suspender clases en comunas como Valparaíso o San Bernardo.
Y también existen múltiples suspensiones de clases impulsadas por autoridades, como lo es el cierre de las escuelas para usarlas como locales de votación.
Simplemente parece que nos acostumbramos a tolerar que las escuelas cierren. Y el listado es mucho más largo. Lluvias, bajas temperaturas o falta de agua potable también son motivos recurrentes para suspender. En ocasiones existe justificación, pero cabe preguntarse cuántas de estas interrupciones podrían evitarse si fuese una prioridad asegurar condiciones para el funcionamiento de las escuelas.
Para muchos niños, niñas y adolescentes la escuela es un lugar donde encuentran prestaciones básicas, como acceso a buena alimentación, y factores protectores, como el deporte, el arte o la cultura. Para todos y todas, compartir a diario con sus comunidades, recibir cuidado y cariño es crucial para su desarrollo socioemocional. Hanushek y Woessmann (2020) plantean que perder un tercio de año disminuye los ingresos de estudiantes en un 3%, y provoca que el PIB anual crezca en promedio un 1,5% menos por el resto del siglo.
Creemos que buscar fórmulas para garantizar la continuidad del servicio educativo es imprescindible, ya que cada día menos deteriora los aprendizajes, la salud, el desarrollo y el futuro de los estudiantes. Es un paso esencial para fortalecer la educación pública.
¿Qué hacer? Estamos impulsando una reforma que declare la educación como servicio esencial, estableciendo mandatos al legislador para que las interrupciones de clases sean siempre de ultima ratio, obligando a priorizar inversiones y medidas especiales que garanticen condiciones ambientales, de infraestructura y de seguridad, permitiendo la continuidad del servicio educativo.
Además, se deben incluir sanciones drásticas para quienes usan la paralización de la educación como herramienta para promover otros fines, incluyendo descuentos de remuneraciones y, por cierto, desvinculaciones en casos graves. Se trata de dar claras señales de la relevancia que tiene mantener las escuelas abiertas. Esperamos que esta causa tenga apoyo transversal. Es difícil encontrar un mejor motivo.
Por Angélica Cepeda, directora Pivotes, y María Teresa Romero, directora Escuelas Abiertas
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