Columna de Ariela Agosin: El 7 de octubre que nunca olvidaremos
Es difícil creer que ya ha pasado un año desde aquel fatídico día que marcó nuevamente las vidas del pueblo judío. El 7 de octubre se convirtió en una fecha imborrable en la memoria colectiva, un día en que el dolor y la impotencia se apoderaron de nosotros al presenciar la masacre perpetrada por Hamas en Israel.
Quienes pudimos ver algunas de las miles de imágenes grabadas por cámaras de seguridad y por los propios terroristas, sabemos que estas seguirán grabadas en nuestras mentes como un marcador indeleble debido al nivel de crueldad de los actos ocurridos ese día.
Una cámara de seguridad muestra a un padre que, en medio de una desesperación palpable, apura a sus dos hijos de apenas 8 y 10 años. Están en ropa interior. Corren hacia el refugio, sin embargo, no alcanzan a cerrar la puerta cuando un terrorista de Hamas aparece y lanza una granada. Los niños huyen, pasando junto al cuerpo sin vida de su padre, y se refugian en el comedor de su hogar. El menor nota que su hermano tiene un ojo herido. “¿Puedes ver bien?”, pregunta con voz temblorosa. “No”, responde el otro, sumido en el dolor.
Un terrorista entra al comedor, abre el refrigerador, toma una botella y bebe, indiferente a los gritos desgarradores de los niños “¡Quiero a mi mamá! ¿Por qué estoy vivo?”, clama el más pequeño.
En otra imagen, un terrorista de Hamas decapita a un hombre malherido con una pala, azotándola contra él varias veces hasta lograrlo.
Conversaciones macabras. Decisiones sobre asesinar a sangre fría a una niña escondida, rematar a un herido. Siempre la misma respuesta: sí.
Todos vimos a esas jóvenes con sus pantalones llenos de sangre en la entrepierna, evidenciando el vejamen al que habían sido sometidas antes de ser secuestradas.
Los horrores, las imágenes que parecen sacadas de una película de terror, lamentablemente, son reales.
Los socorristas encontraron un panorama desolador: cuerpos carbonizados, habitaciones manchadas de sangre, niños en pijamas asesinados, cientos de cuerpos entre heladeras de un festival mientras una voz desesperada pregunta: “¿Alguien me puede dar una señal de vida?”. El silencio es total.
Más difícil aún es saber que, a un año de esos hechos, más de 100 civiles siguen secuestrados. Familias enteras viven en la incertidumbre, sin saber si volverán a ver a sus seres queridos y con la terrible claridad de que, si están vivos, están sufriendo. La herida sigue abierta, y la sensación de indefensión y la desesperación de ver la indiferencia de muchos respecto a esto, abruma.
Este aniversario es un recordatorio de la necesidad de no olvidar a ninguna de las víctimas inocentes de este terrible conflicto. De recordar cómo y quién comenzó esta guerra, recordar que el enemigo es feroz y la lucha contra él es imprescindible para mantener un mundo basado en la razón, la libertad y el amor.
Este 7 de octubre es un llamado a la humanidad para que tales atrocidades no se repitan, para que la compasión y la justicia prevalezcan sobre el odio y la violencia. Hoy, más que nunca, anhelamos un rayo de esperanza en medio de tanta oscuridad.
Por Ariela Agosin, Presidenta de la Comunidad Judía de Chile
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