Columna de Arturo Cifuentes: “Analistas financieros: renovarse o morir”

Inteligencia artificial
Inteligencia artificial

"Al menos en las inversiones, los robots no han reemplazado a las personas. Solo han contribuido a redefinir el perfil de las personas que se necesitan."



ChatGPT revitalizó la idea de que la inteligencia artificial (IA) es una amenaza para los trabajadores de carne y hueso. La visión más pesimista es que pronto los robots desplazarán a los humanos, los cuales quedarían como redundantes. Esta visión, sin embargo, no está avalada por la evidencia empírica. El mercado laboral es bastante dinámico y si bien algunos empleos desaparecen se crean otros nuevos.

Un reciente estudio de dos académicos europeos que analizaron el desempeño de 4.000 fondos mutuos durante el periodo 2009-2021 es ilustrativo. Se focalizaron en la información satelital que monitoreaba el movimiento vehicular en los estacionamientos de las firmas de comercio minorista. El resultado fue claro: el analista tradicional no tiene nada que aportar frente al analista que dispone de información satelital en tiempo real.

Analista tradicional en este contexto se refiere al que tiene experiencia y conocimiento de la industria, examina los informes trimestrales de cada firma, calcula los ratios, y hace proyecciones en base a estos. En tanto el analista conocido como quant usa un software de IA (en este caso especializado en reconocimiento de configuraciones) que combinado con información satelital, le permite estimar volúmenes de venta diarios usando el tráfico vehicular.

El uso de información alternativa junto con modelos computacionales para tomar decisiones de inversión también se ha expandido a otros ámbitos. Citadel, un fondo activo en el mercado de commodities, contrata regularmente doctorados en física o ciencias atmosféricas para desarrollar modelos meteorológicos. Y el uso de algoritmos de machine learning para monitorear tráfico en redes sociales (junto con análisis de texto e imágenes) y tomar posiciones, sobre todo en empresas que venden a consumidores jóvenes, es habitual en los fondos de inversión más especulativos.

En síntesis, al menos en las inversiones, los robots no han reemplazado a las personas. Solo han contribuido a redefinir el perfil de las personas que se necesitan.

Algo similar sucedió con el cine mudo hace cien años. La aparición de las películas con sonido dejó sin empleo a muchos actores con voces desabridas. Pero le abrió espacio a otros, los que combinaban una fisonomía aceptable con una voz persuasiva. Como dijo Karr: “Mientras más cambian las cosas, más siguen siendo las mismas.” El ocaso del analista tradicional es parte de un ciclo natural de renovación de habilidades. No hay que temerle a los robots, hay que aprender a usarlos y, mejor todavía, construirlos.

* El autor es investigador principal, Clapes-UC.

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