Columna de Arturo Cifuentes: “La importancia de la evidencia empírica”

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"Quiero ser claro, no estoy insinuando que los premios Nobeles de economía sean todos ilegítimos. Muchos han resistido bien el test del tiempo. Pero es evidente que hay algunos Nobeles que premiaron unas teorías que si hubieran sido automóviles ya habrían sido retirados de circulación por inseguros."



La ecuación de Black-Scholes (B-S), la más famosa de las ecuaciones financieras, está por cumplir cincuenta años: fue presentada en mayo de 1973 en el Journal of Political Economy.

Esta ecuación ocupa un lugar prominente en los cursos de finanzas, la cubren con profusión la mayoría de los textos académicos, su derivación está considerada un gran logro intelectual (debido a la complejidad de las matemáticas en que se basa), y—tal vez lo más relevante—le significó a Myron Scholes recibir el Premio Nobel de economía el año 1997 (Fisher Black había muerto el año 1995). El único problema es que esta ecuación no funciona.

Es decir, la ecuación funciona—pero solo en teoría—al igual que muchos modelos económicos, es en la práctica donde falla. O sea, donde importa. La ecuación se supone que sirve para estimar el precio de las opciones europeas. Pero la verdad es que como los mercados financieros todavía no han leído el artículo de Black y Scholes, le siguen asignando a estos instrumentos unos precios que casi nunca coinciden con los estimados por B-S. Aquí no estoy revelando nada nuevo. Que la ecuación de B-S no funciona es un secreto a voces en el mundo de las finanzas reales.

Veamos otro Nobel, el de William Sharpe, que formuló un modelo conocido como CAPM. Al igual que la ecuación de B-S, el CAPM ocupa un lugar distinguido en el canon financiero: no hay curso que no lo enseñe, ni libro que no lo cubra. Desafortunadamente, este modelo también solo funciona en teoría, pero no en la práctica. Esta afirmación tampoco se podría calificar de revolucionaria, es otro secreto a voces. De hecho, el Journal of Economic Perspectives (una publicación que no se distingue por emitir opiniones controversiales) se refirió en 2004 al CAPM en un lenguaje no muy caritativo (“un desempeño empírico cuestionable”).

Y este es el punto clave: la evidencia empírica. Saltemos a la física. En 1969 Peter Higgs propuso un mecanismo que explicaba una propiedad de las partículas subatómicas. Sin embargo, Higgs debió esperar hasta el año 2013 para recibir el premio Nobel de física. ¿A qué se debió la “demora”? A que tomó más de 40 años verificar experimentalmente la validez de su proposición, lo que ocurrió en 2012 cuando el CERN (el centro europeo de investigaciones nucleares) comprobó experimentalmente la existencia del llamado bosón de Higgs. En resumen, para recibir el premio Nobel de física, hay que pasar primero el test de la evidencia empírica. Sin evidencia, no hay premio. Surge entonces una pregunta incómoda: ¿habrá otros Nobeles de economía que fallen el test de la blancura?

Quiero ser claro, no estoy insinuando que los premios Nobeles de economía sean todos ilegítimos. Muchos han resistido bien el test del tiempo. Pero es evidente que hay algunos Nobeles que premiaron unas teorías que si hubieran sido automóviles ya habrían sido retirados de circulación por inseguros. Algo similar a lo que le pasó al modelo geocéntrico de Ptolomeo.

Richard Feynman, un gran físico que fue galardonado con el Nobel, fue claro: “no importa cuán hermosa sea tu teoría, o cuan inteligente tu seas, pero si la teoría no está de acuerdo con la evidencia experimental, está mala.” O sea, no sirve.

¿Cuántos Nobeles de economía hay que no pasan el criterio de Feynman? Al menos cinco y posiblemente ocho. Tarea para el resto del verano: ¿A cuántos puede identificar usted?

*El autor es investigador asociado, Clapes-UC.

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