Columna de Ascanio Cavallo: La lucha ha comenzado
La batalla por la candidatura presidencial de la izquierda se está librando con ribetes cruentos, aunque casi invisibles. Las decisiones públicas se han postergado para marzo, pero bajo cuerda se están enfrentando las mismas dos tesis que la sobrevuelan desde hace una década: la hegemonía de la versión socialdemócrata, encabezada por el PPD y el PS, versus la hegemonía de una izquierda radical, ahora representada por el Frente Amplio y el PC. En el primer caso se trata de privilegiar un programa; en el segundo, de privilegiar la unidad, en la senda histórica del Frente Popular, el FRAP y la Unidad Popular. Al frente de una ha intentado pararse Carolina Tohá; la otra está dominada por Michelle Bachelet.
Tohá ha condicionado su proclamación a representar al eje PPD-PS; Bachelet, que dice no querer, a que las encuestas la sigan favoreciendo ampliamente sobre otros precandidatos (de modo que unas primarias, si van a ser inevitables, se conviertan en un acto casi deportivo). El gran elector, esta vez, es el Presidente Boric, cuyo silencio en los temas públicos contrasta con una intensa actividad privada con los dirigentes de los partidos del bloque oficialista. Este es su territorio favorito: el metro cuadrado, la oferta transaccional, el do ut des.
Boric no ha tomado posición entre Tohá y Bachelet, pero comparte el tropo de la unidad, del que es emblema la expresidenta. Otra cosa es que quiera la hegemonía del PPD-PS; es más probable que llegue a aceptarla como una concesión limitada y táctica -cobrada a alto precio en cargos-, para asegurar, primero, la supervivencia del FA, y luego, su primacía en el futuro.
El fin de semana pasado la refriega se dejó asomar a la vista pública: el viernes 24, la expresidenta del PPD Natalia Piergentili publicó en La Tercera una columna titulada “Muchos candidatos y poco de proyecto”; el domingo 26 respondió Michelle Bachelet, como si no lo hiciera, con otra columna en el diario El País titulada “Primero ideas y unidad”. Los títulos son elocuentes.
En octubre del 2023, Piergentili y su directiva fueron objeto de un golpe administrativo que puso en su lugar a Jaime Quintana y otros dirigentes. Entre las figuras históricas del PPD prevalece la percepción de que esa operación fue dirigida desde La Moneda, precisamente para sacar del camino a la figura más notoria de la tesis del “proyecto”. Esa tesis conduce, más o menos, a la reconfiguración de algo más parecido a la Concertación que a la Nueva Mayoría.
Por eso en algunos sectores del PS existe la inquietud de que la directiva encabezada por Paulina Vodanovic y Camilo Escalona pueda ser, en las elecciones internas del 16 de marzo, el siguiente blanco en la demolición de los obstáculos de la tesis “unitaria”. Escalona rechazó esta semana la invitación de la mesa del PPD para proclamar por adelantado a Carolina Tohá. Y dijo que en la columna de Bachelet vio “ingredientes” que le hacen pensar que ella podría reconsiderar su negativa. Esto es kryptonita para la candidatura de Tohá: no sólo la debilita por anticipado, sino que aniquila la aspiración de ser respaldada por el eje PS-PPD.
Tohá ha dedicado su vida a la política, pertenece a una dinastía del socialismo democrático y desde los 90 ha sido la hija predilecta de la Concertación y del laguismo. Se aproximó al gobierno actual en un pésimo momento -como vocera del “Apruebo” ante el proyecto de la Convención Constitucional- y asumió como ministra del Interior después de esa derrota crucial, justo antes de que se supiera que el problema de la seguridad interior se convertiría en el peor de todos. Es imposible saber si percibió entonces que para Boric y sus aliados, Concertación y Lagos eran malas palabras; no son pocos los exconcertacionistas y exlaguistas que insisten en creer que no es posible que sus hijos -es un decir- renieguen tan en serio de ellos.
Tohá se ha visto atrapada en una extraña dinámica: mientras nadie duda de su identidad socialdemócrata, está obligada a dar muestras de su lealtad con un presidente que más bien fue formado para detestar esa idea. Para resolver esa contradicción se ha levantado otra fábula: la “socialdemocratización” del FA, que día por medio se encargan de refutar sus dirigentes. Situada en el medio de ambos fuegos, sin poder intervenir en ellos, Tohá queda expuesta a ser evaluada principalmente por las responsabilidades del Ministerio del Interior. Puede ser una explicación para su bajo rendimiento en las encuestas. Es bastante incivil iniciar la lucha mientras aún ocupa ese cargo, pero la política y el civismo no siempre se llevan bien.
Bachelet no pasa ninguna de estas penurias. Su identidad con la tesis “unitaria” es inequívoca, no está asociada a la Concertación ni menos a Lagos. Se ha movido consistentemente hacia la izquierda desde el fin de su primer gobierno; no es sospechosa de heterodoxia. El problema, como sugería Piergentili, puede ser precisamente el proyecto.
En la figura de su máximo representante actual, el Presidente, la tesis “unitaria” se mueve alrededor del 31%. Como techo, es pésimo; como punto de partida, no tan malo. Obviamente, Bachelet cree que lo puede superar. Por ahora, los datos no indican mucho. Bachelet perdió 250 mil votos entre su primera presidencial (con voto obligatorio y 13% de abstención) y la segunda (con voto voluntario y 58% de abstención).
Quien quiera sostener que ha ido bajando tiene argumentos para hacerlo. Lo que no se puede sostener es que no sea una figura electoralmente formidable, una rival competitiva para cualquier adversario. El factor agregado son las elecciones parlamentarias, prueba de fuego de la tesis “unitaria” contra la del “proyecto”. Pero ese es otro tema.
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