Columna de Ascanio Cavallo: La sociedad de la sospecha

FOTO: Mario Tellez. MINISTRO GIORGIO JACKSON JUNTO A MINISTRO NICOLAS GRAU FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA

Jackson se convirtió en sospechoso porque es muy difícil que un ciudadano, una fundación o una ONG conociera, por sí misma, sin alguna ayuda o algún soplo, la cantidad de modificaciones que venían introduciéndose en las reglas para recibir fondos desde el 2019.



Desde luego que Giorgio Jackson es sospechoso, con o sin renuncia. Lo es por el solo hecho de que vive en una sociedad de sospechas, que él mismo contribuyó a alimentar con su gusto por las acusaciones constitucionales cuando era oposición, y con ese inolvidable clímax del segundo libelo contra el Presidente Sebastián Piñera, cuando un diputado batió el récord de 15 horas y un minuto de intervención sólo para esperar que la estrella Jackson llegase a votar después de cumplir su aislamiento sanitario.

Un voto fulgurante, un megavoto, inolvidable. Nótese el detalle: la segunda acusación con el fin de destituir al presidente en ejercicio, una intentona que de tener éxito aún tendría al país sumido en una situación inimaginable. ¿Por qué habría de extrañarse que ahora se pretendiese destituir a un simple ministro? La política no puede tratarse de venganzas, pero a veces también se trata de eso. Fue venganza en estado puro acusar al exministro Andrés Chadwick cuando ya no ocupaba el cargo. Alguna vez el país tendrá que castigar a los que han creado esta ronda viciosa; quizás alguien quiera creer que lo está haciendo con el duro maltrato al Frente Amplio. Pero, de momento, ¿qué tendría de raro que lo persiguiesen quienes ayer defendieron al presidente?

Lo raro sería que no lo hiciesen. Del triángulo dorado que saltó del movimiento estudiantil hacia el Parlamento y luego hacia el gobierno, Jackson era el cateto adyacente, la línea que no podía quebrarse, porque si ello ocurría se caería todo. Así lo parecía cada vez que el gobierno entero se movilizaba para defenderlo, por lo general en nombre de las injusticias que se cometían con él. La injusticia simétrica de la oposición de ayer era distinta, porque estaba justificada por la moral. Ha sido el Padrenuestro de Jackson.

¿La moral? Las sospechas circundan a la política por varias décadas, en todo el mundo, y se han potenciado con las redes digitales. La moda más nefasta del periodismo contemporáneo es hacer un sospechoso de cualquier persona por el solo hecho de dedicarse a la política; es nuestra contribución al pantano.

El filósofo francés Paul Ricœur detectó en los 70 -¡hace 50 años!- lo que llamó “hermenéutica de la sospecha” e identificó como sus padres fundadores a Marx, Nietzsche y Freud, tres pensadores que sólo serían parecidos en su manera de poner en duda todas las afirmaciones y proponer métodos para reinterpretarlas. ¿Por qué Jackson no podría ser materia de interpretación de cualquiera de estas escuelas? ¿O de todas?

Bajo esta luz, es sospechoso lo que Jackson ha dicho. En estos mismos días, explicando por qué se mantenía en su cargo, declaró lo siguiente: “No estoy velando por mí, sino por un proyecto colectivo”. Esta generosidad no solicitada, ¿no sonaba como una velada advertencia para que a nadie se le pasara por la cabeza sacarlo? El suspicaz Marx se preguntaría: ¿Cuál es ese proyecto colectivo? ¿Y por qué ese yo tan prominente?, diría Freud. ¿No es ese lenguaje demasiado mesiánico?, añadiría Nietzsche. La hermenéutica de la sospecha podría someter a Jackson a un examen interminable.

Jackson es sospechoso porque el gobierno está lleno de sospechosos: no para el ciudadano de a pie, sino entre los propios altos funcionarios. No hay manera objetiva de medirlo, pero el grado de deslealtad observable en este gobierno es el más alto en muchos años. Nadie confía en nadie y hasta la tarde del viernes aumentaban los que sugerían que el gobierno no podía estar paralizado por un simple ministro.

En fin: Jackson es sospechoso porque todos lo son. Si hay un motivo específico para que esta vez lo fuese más, es que militantes y funcionarios del partido que fundó, Revolución Democrática, aparecieron abruptamente como gestores de fundaciones que captaban recursos del aparato estatal en volúmenes apreciables y en regiones distintas de Santiago. Desde el escándalo germinal de Democracia Viva en Antofagasta, la sucesión de funcionarios caídos de RD supera la de cualquier otro partido, lo que se deriva de que la colocación de militantes de RD en posiciones claves del aparato estatal fue la más exitosa de todos los partidos que entraron al gobierno de Boric.

Jackson se convirtió en sospechoso porque es muy difícil que un ciudadano, una fundación o una ONG conociera, por sí misma, sin alguna ayuda o algún soplo, la cantidad de modificaciones que venían introduciéndose en las reglas para recibir fondos desde el 2019 y, con mayor fuerza, después del 2022, en una rara concordancia entre la Segpres y la Dirección de Presupuestos. ¿Titulares cuando esto ocurrió? Dos RD.

Sí, desde luego que el ministro Jackson era sospechoso. No hay pruebas en su contra, no hay evidencias concluyentes, pero tampoco había nada de esto cuando sembraba los vientos que hoy se han convertido en tormentas. En la sociedad de las sospechas cuentan las coincidencias, no los hechos. Cuentan las convergencias, no las certezas. Cuentan las apariencias, no las pruebas.

Ahora, el Partido Republicano se ha anotado una victoria mayor y el oficialismo ha sido tocado en uno de sus centros nerviosos. Pero nadie podría pensar, razonablemente, que las cosas cambiarán demasiado. Ni Jackson era tan importante para el gobierno, ni el gobierno tenía un único problema llamado Jackson. Las estelas de la sospecha seguirán estirándose.

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