Columna de Ascanio Cavallo: Monstruos de ayer y hoy
Escribe Simon Leys: “Una sociedad civilizada no es necesariamente una sociedad que tiene una proporción menor de individuos criminales y perversos (…), sino aquella que simplemente les brinda menos oportunidades de manifestar y de satisfacer sus inclinaciones”. Es una definición operativa, que busca anteponerse tanto a las especulaciones sociológicas como teologales. Antes de la cantidad y del mal están, dice, las oportunidades.
La pregunta es útil para enfrentar la afiebrada discusión sobre seguridad que ha copado la agenda pública en los últimos cuatro meses. ¿Cuándo se crearon en Chile las oportunidades para una expansión de la delincuencia como la que se ha vivido? Es evidente que se ha tratado de un proceso largo, con causas múltiples y fuentes numerosas.
Pero, para efectos políticos, no hay un momento de mayor fractura que la revuelta del 18 de octubre de 2019, y no sólo por la comisión flagrante (y celebrada) de delitos de todo tipo, sino por la descalificación radical de la policía, convertida naturalmente en el brazo armado del enemigo. Una revuelta de contenido político no es lo mismo que el delito, pero no es infrecuente que lo cobije. Cualquiera es bienvenido cuando se trata de acumular fuerzas contra la policía en la calle.
La policía siempre es el enemigo de la revuelta. No es nada raro el despliegue de eslóganes, incluso sangrientos, en su contra. Lo raro es que se le pida que los ignore, que haga como que no existieron. A la policía y a quienes los emplearon. Un golpe de amnesia. Raro.
Tan raro, que una parte del oficialismo sigue agitada con la pulsión del tributo a la revuelta. Hay altos funcionarios que discuten sobre un memorial en la Plaza Italia, un monumento que tendría que ser acusatorio en contra de la policía, el enemigo principal durante las jornadas insurreccionales, los “prototipos seudomíticos de los monstruos”, como los denomina el filósofo italiano Furio Jesi. ¿Cómo conciliar ese impulso con el de pedirle a la policía que vaya al frente en la lucha en contra de una categoría de monstruos recién identificada, que también emplea la violencia contra la policía, aunque por esta vez no es funcional a la revuelta?
Este es exactamente el centro del problema del gobierno. La necesidad del Poder Ejecutivo, de La Moneda, es dotar al Estado de las fuerzas suficientes para proteger a la sociedad de la agresión cotidiana. Un Estado incapaz de cumplir esa función deja de tener legitimidad para cumplir cualquier otra. Por lo tanto, no es un mero problema estadístico, sino uno que hace a la esencia del gobierno.
La coalición que ganó las presidenciales, Apruebo Dignidad -cuyo propio nombre conserva dos ideas surgidas de la revuelta-, no tiene la misma prioridad ni tampoco cree conveniente reforzar un aparato represivo que está ideológicamente fuera de su esfera. A muchos de sus dirigentes les parece que acercar el gobierno de Boric a la sola idea de un Estado policial es un paso que compromete existencialmente a la coalición. Para la vertiente anarquista que tiene presencia en el Frente Amplio, esto está fuera de sus límites; para la vertiente comunista, sólo tendría viabilidad si se tratara de una nueva policía, configurada con otros valores.
Por eso la coalición ya votó en contra del primer proyecto de fortalecimiento de las facultades de Carabineros y nadie debería extrañarse de que vuelva a votar en contra de otros proyectos similares. Tiene a mano el argumento de que estos proyectos han sido promovidos y apoyados con entusiasmo por la oposición y le es un tanto indiferente el hecho de que el oficialismo carezca de fuerza parlamentaria para aprobar a solas los suyos. Para estos efectos, los intereses de la ministra Carolina Tohá proceden de otra coalición -el Socialismo Democrático-, otro ethos político y otro estilo de llevar el gobierno.
Ahora, el Congreso ha anunciado que empujará la tramitación de 31 proyectos, en todo el arco de la seguridad, antes de que el gobierno terminara de informar (en realidad, apaciguar) a sus diferentes partidos. Es un gesto apuntado a subrayar el oxímoron en que se encuentra la ministra del Interior con las fuerzas de Apruebo Dignidad.
Por supuesto, esta coalición sabe que su posición tiene costos. No hay que ser muy astuto para suponer que la derecha procurará situar a sus candidatos a constituyentes en la vereda de los que son complacientes con el delito. El clima de opinión pública es particularmente malo después de la sucesión de ataques contra la policía y tendrán suerte si no ocurren más cosas similares en las tres semanas que faltan para esas elecciones. Mucha suerte.