Columna de Ascanio Cavallo: Tohá a la intemperie

Carolina Tohá


Michelle Bachelet no será la candidata de la izquierda. Así se deshace una afirmación: con otra afirmación. Lo raro de este caso es que entre una y otra cosa transcurrió menos de un mes. ¿Qué pasó? Para sus más cercanos, solamente que, como lo dijo varias veces, lo pensó. De aquí se sigue que llegó a la conclusión de que no sería adecuado. ¿Por qué? Sus más críticos dicen que, simplemente, falló la operación del verano, que consistía en demorar la respuesta hasta que los partidos ya no pudieran sino llegar a un ruego sin condiciones, sin críticas, sin negociaciones previas y, sobre todo, sin primarias. No sólo no ocurrió eso, sino que -con excepción de los aficionados- nadie mostró demasiado entusiasmo. La ruta estaba menos despejada de lo que parecía.

Y lo otro que sucedió fue uno de los más extraordinarios movimientos tácticos de los últimos años: Carolina Tohá decidió irrumpir sin esperar al plazo autoimpuesto por Bachelet. Haber perseverado en la “reflexión” -que, recordemos, debía prolongarse hasta la segunda quincena de marzo- habría dejado a la expresidenta en la posición, inaceptable para ella misma, de ser quien apareciese dividiendo a la izquierda.

Esto explica que, horas después de la renuncia de Tohá al Ministerio del Interior, Bachelet emitiera un breve comunicado “adelantando” su decisión de no ser candidata, sin ninguna explicación que no hubiese podido dar en enero o en cualquier fecha anterior. El texto recoge la percepción de arrinconamiento -no sólo en Chile, sino en el mundo- que ha estado expandiéndose en la izquierda y no hace ninguna referencia a la existencia de Tohá. Es estrictamente leal al hecho de que su partido aún no ha tomado su decisión, pero no es lo que uno llamaría una gentileza. Sin embargo, nadie reconocerá eso como una tensión. A buen entendedor.

Tohá sale a la intemperie, como hubiese querido gran parte de la centroizquierda desde hace 10 o más años, incluyendo a buena parte de su propio partido, algunos de cuyos dirigentes han sido sus dolores de cabeza históricos. Otra cosa hubiese sido el destino del PPD sin la costra de dirigentes que se lo tomó después del gobierno de Lagos y que terminó por empantanar su proyecto de innovación, libertad y modernidad.

Se lanza a la liza en el momento más difícil que haya vivido la izquierda desde la restauración democrática. No sólo por una década o más de infantilismo político. No sólo por los delirios identitarios que la han alejado de los problemas de los pobres. No sólo por las simpatías de algunos de sus grupos por tiranías largamente intolerables, de Cuba a China. No sólo por el sabotaje al crecimiento del que dependen millares de familias. No sólo por la pertinaz subestimación de lo que más afecta a la gente sin poder, la usurpación, la inflación y el delito. Sobre todo, porque esa cazuela la deja frente a la carrera electoral más dura desde el año 2009.

Para su fortuna, la irracionalidad impera en todas partes y ahora se ha tomado también a la derecha. Bachelet fue la primera en percibir que la división de la derecha en tres corrientes, con sus respectivas candidaturas, creaba una brecha para disputar las elecciones. Es el perfecto río revuelto. La paradoja es que una candidatura de Bachelet obligaría, al menos psicológicamente, a la derecha a cerrar filas. Que la derecha perciba a Tohá como una candidata más frágil puede, al contrario, ser un estímulo para aumentar su disputa intestina por la hegemonía. La derecha se come a sus hijos con la misma frecuencia con que lo hace la revolución.

La otra parte del problema está en su propio terreno. En términos estratégicos, un nuevo gobierno de izquierda supondría, inevitablemente, un replanteamiento de la hegemonía en favor del Socialismo Democrático. Por eso fueron figuras del Frente Amplio y del PC las primeras en declarar que preferirían a Bachelet. Su valedor en ese campo puede ser el Presidente Boric, pero Tohá no les suscita la misma confianza -y menos la presencia de Enrique Correa en su back office-, por razones inscritas en su biografía, que es como decir imborrables.

En términos tácticos, esto podría producir dos cosas: 1) una primaria hiperpoblada y 2) una áspera negociación parlamentaria, de cuyo resultado depende que la derecha pueda tomar el control del Congreso. La contrapartida es que, al menos de momento, no hay nadie en el bloque de izquierda que pueda, ya no igualar, sino sólo desafiar la competencia y la inteligencia política de Tohá. Si esas cualidades fuesen el rasero, no habría ninguna discusión.

Pero no lo son. Tohá tendrá que encontrar el desfiladero entre un gobierno con un techo muy insuficiente y demasiadas falencias, al que no sólo ha sido fiel, sino que ha sostenido en algunos de sus peores momentos, y la idea de que esta misma izquierda pueda ser algo distinto de lo que ha sido en tres años y pico. ¿Cómo tener respuestas sobre la seguridad pública, el déficit fiscal, educacional, habitacional y sanitario, la obesidad militante del Estado, el estancamiento productivo, en fin, todo lo que ya no se ha respondido?

Tohá es la única figura que tendría la capacidad de recuperar algo del voto de centroizquierda perdido durante este gobierno. Pero eso supone un movimiento imposible: hacerse cargo de las severas objeciones que ese sector ha mantenido contra el mismo gobierno desde la Convención Constituyente, que fue el punto de ruptura de Amarillos, Demócratas y, sobre todo, una significativa cantidad de gente que perdió la fe en la política.

Menudo lío.

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