Columna de Benjamín Salas: Ceguera internacional

ONU


El menosprecio del Partido Republicano por el sistema internacional es ampliamente conocido. En pocas palabras, los Republicanos conciben un sistema que se limita a promover el libre comercio y el flujo de inversiones, pero no mucho más. Para ellos, lo demás significaría una cesión injustificada de soberanía. Como resultado, sus militantes reducen las relaciones internacionales a meras transacciones de intereses recíprocos y cuestionan los principios del derecho internacional.

Debemos oponernos firmemente a esta visión. No solo porque ignora la historia que dio origen al orden internacional moderno, sino también porque pasa por alto la creciente interdependencia entre los Estados

Partamos con la historia. Las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio y otras organizaciones internacionales fueron creadas como respuesta a las lecciones aprendidas tras la Segunda Guerra Mundial, el nazismo y el nacionalismo desenfrenado. La colaboración internacional y el multilateralismo emergieron como antídotos a los horrores de la primera mitad del siglo XX, cuyos ecos aún resuenan en el escenario global actual. Alejarse de estos principios hoy significaría repetir los errores del pasado, porque sabemos que mientras las personas hablan, no se dispararan.

Por otro lado, la interdependencia entre los Estados es una realidad ineludible. Ningún país, por poderoso que sea, puede enfrentar solo los desafíos globales. Problemas como la pobreza, el cambio climático, las pandemias y otras crisis complejas requieren acción colectiva. Para ello, en primer lugar, debemos defender los principios de la Carta de las Naciones Unidas como la base de nuestras acciones. Solo un orden internacional libre y abierto, basado en el Estado de Derecho, puede garantizar un desarrollo sostenible y traer prosperidad para los países. Segundo, la defensa de los derechos humanos es un deber y responsabilidad común, para lo cual la cooperación internacional es indispensable.

Naturalmente cada país tiene sus propias prioridades políticas, pero las necesidades globales y los intereses nacionales no son fuerzas opuestas. Por el contrario, trabajar en favor del bien común mundial también suele tener repercusiones positivas en el bienestar nacional. En un mundo que está interconectado de tantas maneras, es perfectamente posible encontrar el bienestar nacional en el bien común mundial.

Por supuesto necesitamos instituciones internacionales que estén a la altura de los desafíos contemporáneos, capaces de adaptarse y reformarse. Sin embargo, la solución no es el dinamitar el sistema internacional, sino fortalecer nuestro orden multilateral guiado por valores y normas comunes. Solo así podremos dejar un mejor planeta para las generaciones futuras.

Por Benjamín Salas, abogado y colaborador asociado de Horizontal

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