Columna de Benjamín Salas: La democracia en riesgo

Member of the Chamber of Deputies from the National Libertarian Party Hohenhagen during a session at the Congress in Valparaiso
La democracia en riesgo. REUTERS/Rodrigo Garrido

¿Cómo puede una sociedad libre defenderse de ser usada, y posiblemente destruida, por los derechos y privilegios que les entrega a los enemigos de la libertad?



Joseph Goebbels, el temido ministro de Hitler, publicó un ensayo en 1928 titulado “Por qué queremos entrar al Parlamento (Reichstag)”. Goebbels explicó que el partido Nazi, pese a ser antiparlamentario y rechazar las instituciones republicanas de la Constitución de Weimar, competiría en las elecciones generales para entrar al Reichstag y “equiparse con las armas de la democracia”. Según él, “si la democracia es tan tonta como para darnos billetes de tren y sueldos gratis, es su problema. Cualquier forma de llevar a cabo la revolución nos parece bien”.

La estrategia de Goebbels no es única y los ejemplos sobran con resultados más o menos siniestros. El libreto es conocido en todos los continentes: caudillos iluminados con pretensiones redentoras emprenden aventuras electorales con el objetivo de perpetuarse en el poder. Lo logran implementando reformas al sistema electoral, debilitando al Poder Judicial y suprimiendo a la oposición. Así, Vladimir Putin (en Rusia), Recep Tayyip Erdogan (en Turquía) y Daniel Ortega (en Nicaragua) llevan veinte años al mando. Pero hasta aquí, desgraciadamente, nada nuevo bajo el sol.

Lo alarmante, creo yo, es que la idea de Goebbels es ahora abrazada por quiénes -vestidos de civiles y con título universitario- se dicen guardianes de la libertad. Se trata de líderes políticos que rechazan las instituciones tradicionales, pero buscan cargos de elección popular para empujar, desde ahí, su “revolución cultural”. Todo esto, a través de políticas autoritarias y en nombre de la libertad. Para ser claros, la mayoría repudia el nazismo y su obra (¡menos mal!), pero sí creen que la democracia liberal y sus actuales instituciones deben ser destruidas para después construir un orden nuevo y diferente. Los miembros de este grupo, que en realidad son enemigos de la libertad, son bien conocidos y están presentes en nuestro continente con fuerza. En Chile, Johannes Kaiser los admira.

La pregunta es, entonces, ¿cómo puede una sociedad libre defenderse de ser usada, y posiblemente destruida, por los derechos y privilegios que les entrega a los enemigos de la libertad?

La respuesta la tienen los partidos políticos. En una democracia representativa, ellos manejan la llave para contener la irrupción de figuras autoritarias que pretenden encender motosierras para destruir en vez de construir un orden, desvirtuando así nuestra democracia y limitando nuestra libertad. Los alemanes lo han entendido bien. En una elección tremendamente compleja, los partidos de izquierda y derecha han mantenido un cordón sanitario para evitar que el partido de extrema derecha (el AfD) entre a un futuro gobierno. Francia y Bélgica han seguido el mismo camino. Ese mismo cordón sanitario, sin embargo, se ha quebrado en otros países, cuyos partidos políticos han abierto las puertas a liderazgos que no creen en la democracia liberal, el estado de derecho y los derechos humanos.

Chile comienza un año de elecciones, y parece especialmente importante que nuestros líderes políticos tengan esto en mente.

Por Benjamín Salas, abogado, colaborador asociado Horizontal

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