Columna de Bernardita del Solar: Tres reflexiones en la hora de la muerte
En marzo de 2023 fue la última vez que entrevisté al Presidente Sebastián Piñera. Estaba en sus nuevas oficinas en calle Vitacura. Andaba de zapatillas y bromeando. Dijo que sacarse los zapatos formales había sido una de las mejores cosas en este nuevo ciclo de su vida. Al ver cómo subía en las encuestas, confesó que el hecho le producía un “sentimiento de alegría, y también una sensación de justicia, el que hoy la ciudadanía esté reconociendo cómo enfrentamos efectivamente las crisis que nos tocaron… crisis de violencia, política, económica, social, sanitaria”. Pero estaba inquieto por lo que pasaba en el país, el enfrentamiento, la odiosidad y la violencia.
En esa ocasión hablamos de varios temas, pero voy a concentrarme en tres puntos.
En primer lugar, afirmó que la buena política era más necesaria que nunca al decir que “uno de los grandes desafíos es ver cómo fortalecemos nuestra democracia, cómo cerramos esa brecha o divorcio entre los políticos y la ciudadanía, cómo logramos que el espíritu del diálogo de buena voluntad y la búsqueda de acuerdo sea algo valorado y no condenado como cocina o como algo espurio”.
En el segundo, instaba a ponerse metas altas, como las que siempre se imponía e imponía a quienes trabajaban con él, para ser capaces de aprovechar las tremendas oportunidades y recursos que ofrecía Chile para enfrentar las crisis que hoy padece el planeta y recuperar la capacidad de crecer. Reforzó su planteamiento con esos datos que tanto le gustaban: “Chile tiene hoy un ingreso per cápita del orden de los 25.000 dólares. Si queremos alcanzar a 40.000 dólares, creciendo al 5% lo vamos a lograr en 12 años. Si crecemos al 2% nos vamos a demorar 50 años. Esa es la diferencia”.
Y, en tercer lugar, poner énfasis en la educación, algo que le preocupaba desde muy joven, pues su tesis de doctorado en Harvard versó precisamente sobre ese tema. Lo repitió una y mil veces, porque estaba convencido de que “es el instrumento más poderoso para el desarrollo personal y de los países”.
Y aunque decía que estaba preocupado por el país, también fue fiel al optimismo que lo caracterizaba. Confiaba en la sabiduría y el temple de los chilenos, que aparecía en los momentos más difíciles. Una cualidad que él también se atribuía, porque nada le gustaba más que los desafíos. “En las circunstancias más críticas, más duras, siento que estoy en mi mejor momento”.
Es la misma sabiduría que se ha visto en esas miles de personas que lo han acompañado en el duelo. Desde los políticos más importantes a la gente común y corriente, todos han llamado a recuperar la unidad y mejorar la convivencia entre los chilenos, destacando el ánimo dialogante y la voluntad de llegar a acuerdos que impulsó en forma permanente el expresidente.
Si de algo sirven las tragedias, es para remecernos. Remecernos para recuperar el espíritu republicano y la amistad cívica que hemos visto surgir con motivo de su prematura muerte. Ese sería un legado invaluable que el país podría rescatar de las tragedias que hemos vivido en los últimos días.
Bernardita del Solar, periodista, coautora de “Piñera, una biografía no autorizada”.
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