Columna de Camila Miranda: El dilema de la oposición
Este 1 de junio, el Presidente Gabriel Boric le habló a todo Chile, dedicando mensajes en particular a distintos grupos de la población, a las y los representantes de los otros poderes del Estado y a las personas a cargo de las instituciones en general. En las palabras del Mandatario se notan intentos por dialogar con todos los sectores, del norte al sur del país. Y es que tras los recientes procesos electorales, donde por primera vez se han sumado a participar cerca de 5 millones de personas de las que por décadas se prescindió para gobernar, han quedado claras las diferencias que existen en la larga y ancha franja de tierra donde habitamos y, a la vez, lo que hay en común: en general, un ánimo impugnador, que es coherente con las deudas que se arrastran y con los dilemas actuales de la vida cotidiana, con sus incertezas e inseguridades.
Uno de los mensajes más claros del Presidente tiene como destino la oposición: “Todos en este salón lo saben. Ni este gobierno ni ningún otro podrá avanzar responsablemente en materializar estos derechos si no es con una reforma tributaria. Y todos saben también que la demanda por una vida digna no se extinguirá con el paso del tiempo. Si no lo hacemos ahora, le tocará a quienes en el futuro ocupen este podio. No sigamos retrasándolo”. Frente a ese llamado a hacerse cargo hoy de sacar adelante una reforma previsional y de tener una reforma tributaria, reluce una dicotomía que se acentúa en los partidos de la derecha con el crecimiento de Republicanos: ¿su orientación política será estar con las necesidades de la población o contra el gobierno? Y es una pregunta que va más allá de la inercia de ser oposición; tiene que ver con el camino a transitar como país.
Entre las reacciones a la interpelación del Mandatario aparecen argumentos clásicos y propios de la propaganda contra las alzas de impuestos a los altos patrimonios, así como apologías contra la administración del Estado y apelaciones a la “mejor gestión” como la llave. Propaganda, porque quienes arguyen han hecho un suculento uso del Estado. Otros, suman narrativas a las campañas del terror: “que una reforma tributaria atenta contra el crecimiento” y que eso es querer un país más pobre. Por otro lado, y más lejos de la propaganda, algunos argumentos apuntan al carácter de la reforma o la necesidad de una agenda procrecimiento e inversión. Sin embargo, en ninguna de esas respuestas hay una alternativa para responderle a la ciudadanía. ¿Cuál es la agenda procrecimiento e inversión que enfrenta la desigualdad?, ¿cómo se resuelve el problema de la salud y de las pensiones por el mismo camino que hizo crisis con las Isapres y las AFP?
Por supuesto que todas las deudas del país no se van a resolver con una reforma y que los caminos alternativos para materializar los anuncios siempre deben estar sobre la mesa. Por ejemplo, la condonación del CAE puede diseñarse como una política responsable fiscalmente y sostenible en el tiempo con un ajuste al sistema de financiamiento de la educación superior. La condonación y salida al CAE a largo plazo será más barato para el Estado que seguir con la inercia de una política ineficiente. Eso significa en concreto abordar la modernización del Estado en educación superior, pero también en salud y seguridad social.
Más allá de los casos específicos, la pregunta es si estarán disponibles para saldar esas deudas que arrastra la política o si optarán por subirle los intereses y acumular contingentemente, siendo oposiciones que se vuelven indistinguibles del Partido Republicano: ¿oponerse a todo, aunque las consecuencias las padezca la población?
Por Camila Miranda, presidenta de Nodo XXI
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