Columna de Camilo Feres: El partido del Presidente ¿y algo más?
Tras fusionarse en un único partido, el Frente Amplio dio un paso importante para trazar su estrategia de continuidad política, sacando a relucir el que tal vez sea su rasgo más distintivo: la vocación de poder.
Ahora el FA es uno de los buques en forma del oficialismo y cuenta con una orgánica propia, que poco tiene que envidiarles a sus socios del PS o del PC. Son pujantes; ambiciosos; intrigantes y tienen cuadros suficientes, con preparación universitaria, a la que ahora suman la experiencia de gobierno.
Pero el proyecto que nace con la fusión debe resolver un vacío para el cual ya le queda poco tiempo. A diferencia de sus socios del Socialismo Democrático y del PC, el Frente Amplio no tiene, salvo la denominación de partido del Presidente, ningún resultado concreto de la actual administración para lucir en sus estanterías.
Porque a estas alturas pocos dudan que el halo de normalización en materias de seguridad y orden público son un sello distintivo de la irrupción del Socialismo Democrático y que el entendimiento entre estos y el PC es el que ha viabilizado además la agenda económica y social.
Los comunistas, en tanto, no obstante la tensión que mantiene la dirigencia partidaria con las figuras que están en el gobierno, se han anotado también triunfos importantes y tangibles en esa alianza, donde probablemente sean el royalty minero; la ley de 40 horas y el alza del sueldo mínimo los que, por ahora, tengan mayor recordación y atribución de marca.
El Frente Amplio, en cambio, no tiene nada de eso para mostrar. Sus habilidades y cuadros han estado más presentes en las páginas políticas por las intrigas y operaciones palaciegas que por los avances concretos que puedan exhibir a sus audiencias electorales. Y ahora que el gobierno se acaba, es poco probable que puedan, más allá de un deslavado proyecto de reforma al CAE, mostrar mucho más en ese sentido.
Por lo descrito, es muy probable que los principales problemas para el gobierno en la fase de cierre no provengan, como se anticipa, del conflicto con el PC o con la derecha. Hoy, los incentivos para crecer “a costa del gobierno” los tiene fundamentalmente el partido del Presidente.
No es un misterio que la ruptura de la cohesión interna marca el declive de los gobiernos y ya hay múltiples señales que anticipan la apertura de la temporada de caza o de sálvese quien pueda que caracteriza al síndrome del pato cojo. Así las cosas, quiénes se queden sosteniendo la estantería del Ejecutivo, una vez que la diáspora electoral le pegue la última podada, tendrán en los cuadros frenteamplistas a sus contradictores más vociferantes.
Ese podría ser terminar siendo el dilema del PC y el PS en la recta final del gobierno: tener que, con una mano, cuidar a la principal figura del Frente Amplio de la voracidad de los cuadros de su propio partido, mientras -con la otra- intentan negociar una estrategia electoral parlamentaria y presidencial común.
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