Columna de Camilo Feres: Presidente Marcel
Los atributos que Camilo Escalona ha ensalzado en Marcel van a ponerse a prueba en un contexto político más crispado puertas adentro. Tendremos entonces ocasión de evaluar si es cierto eso que agregó el político socialista al análisis sobre su candidato: que el ministro probablemente no esté disponible para esa nominación.
En enero de 2022 una molesta Pamela Jiles las emprendía contra el hoy jefe de la billetera fiscal, acusándolo de estar detrás de la negativa del entonces presidente electo, Gabriel Boric, a tramitar un quinto retiro de fondos previsionales. Aguda y mordaz como acostumbra, la diputada sentenció: “tenemos un presidente por el que no votó nadie y se llama Mario Marcel”.
Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces, pero lo que para la abuela era una ofensa, asoma por estos días como halago en boca del secretario general del PS, Camilo Escalona. Este señaló al titular de Hacienda como su candidato presidencial para 2025, argumentando que Marcel reunía las condiciones de seriedad, responsabilidad y conocimiento del Estado. ¿Qué tiene Marcel, un tipo más bien parco y gris (salvo por sus corbatas), que despierta pasiones en la díscola legisladora y el curtido político socialista?
Marcel partió en el Gobierno como bicho raro. Su incorporación se entendía como una señal a eso que se da en llamar “los mercados”, aunque sin redes en la entonces fulgurante coalición de izquierdas y con un currículum plagado de pecados concertacionistas, su misión de “quilla” en un buque escorado a la izquierda parecía ir directo al naufragio.
El ministro debió moverse con sigilo para alcanzar la cómoda y central posición que hoy exhibe. Uno de sus primeros logros políticos estuvo precisamente vinculado a la acusación temprana que le hiciera la diputada Jiles: en medio de tensiones en el oficialismo por la negativa del Gobierno a habilitar nuevos retiros previsionales, Marcel selló un acuerdo con el entonces presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, que ordenó los votos de esa colectividad y cimentó un modelo de entendimiento en lo que hasta entonces era la falla tectónica del oficialismo.
Con el correr de los meses -y tras sucesivas crisis de proyecto (y gabinete) en el Gobierno- Marcel es hoy una pieza clave en la fase decisiva del oficialismo: habiéndose terminado ya la mitad del mandato, nos adentramos a un nuevo super ciclo electoral en el que se definirá la correlación de fuerzas y, muy probablemente, la política de alianzas para el siguiente período político. Parte de esa centralidad la exhibió en estos días apoyando y sosteniendo el esfuerzo por sacar la reforma previsional en la Cámara de Diputados, logro que agradeció la titular de Trabajo (también PC) con un visible choque de manos en la testera de la corporación.
Lo más contraintuitivo de esta historia, sin embargo, es que Marcel llega a esa posición habiendo sujetado la billetera en el gobierno más izquierdista desde el retorno a la democracia y habiendo producido un ajuste -en concomitancia con el Banco Central- que contuvo la inflación con un costo no menor en la vida de las personas. Para conseguir esto, lo primero que debió lograr el ministro fue convencer tempranamente al presidente, y a los demás miembros del gabinete, que el Estado estaba en quiebra. No hay que ser muy perspicaz para suponer que para ese relato se valió del villano perfecto: Sebastián Piñera.
Habiendo Piñera quebrado al Estado y desatado la inflación, el ambicioso programa del Gobierno requeriría de una fase de acumulación de fuerzas antes de poder desplegarse, conteniendo la inflación y reactivando la inversión, cuestión que, en la práctica, ha sido la tarea principal del ministro (aunque la segunda está aún por verse). Pero los plazos se vencen y los partidos ya dejan de mirar a la actual administración como faro y se alistan para las contiendas que definirán su futuro.
En este contexto, la promesa de Marcel de que todo este esfuerzo valdría la pena ha llegado al momento decisivo. Es probable que las emisiones de deuda y retiros del Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES) sean las primeras señales de ese punto de inflexión. Las elecciones son incompatibles con la austeridad y, con menos tiempo por delante, el Gobierno pierde cada día más su atractivo y poder ordenador.
Como correlato de este proceso, proyectos “electorales” cargados de beneficios a costo fiscal (como la condonación del CAE) ya tienen a sus actores afilando cuchillos, entendiendo que fueron ordenados hasta ahora pero que ya llegó su momento. Y otras materias, tributarias y laborales, corren con iguales vientos para tomarse la escena y arrinconar a la derecha en la segunda mitad del mandato.
Así las cosas, los atributos que Camilo Escalona ha ensalzado en Marcel van a ponerse a prueba en un contexto político más crispado puertas adentro. Tendremos entonces ocasión de evaluar si es cierto eso que agregó el político socialista al análisis sobre su candidato: que el ministro probablemente no esté disponible para esa nominación.