Columna de Carla Sepúlveda: FA, un programa y una nueva forma orgánica en gestación
En una deriva que opera a contracorriente de la tendencia hacia la fragmentación que domina en el campo político a nivel internacional y nacional, el fin de semana pasado tuvieron lugar las primeras elecciones internas del nuevo partido Frente Amplio, hito que le permite avanzar un paso más en el proceso de unificación en el que se embarcaron militantes y colectividades meses atrás. Si bien, han logrado sortear y resolver significativos desafíos, lo cierto es que aún queda un largo camino por recorrer para la consolidación de la fusión.
La literatura comparada describe cuatro tipos de factores de éxito para estos procesos. Por un lado, están los de índole contextual, por ejemplo, las barreras que impone el sistema de partidos. Por otro, los de naturaleza inter-partidos, que descansan en la calidad de la cooperación previa y la existencia de confianza entre sus líderes. En ambos sentidos puede decirse que el naciente Frente Amplio tiene el camino relativamente llano.
El éxito de una fusión supone además similitudes a nivel ideológico y de culturas políticas, de composición militante y trayectorias. Pero estos elementos están articulados y dependen de los objetivos y proyecto que se estén buscando lograr con la unificación. Es necesario avanzar, entonces, en la consolidación y definición conjunta de dichos objetivos, tanto en lo orgánico como en lo programático. Antes de tener dicha consolidación programática no es posible tampoco hablar de éxito o fracaso de un programa particular. El Frente Amplio tendrá en lo próximo, en el contexto de períodos eleccionarios 2024 y 2025, sus primeros ejercicios verdaderos de desarrollo y priorización programática.
En todo caso, el programa de este gobierno -con las diferencias que ello tiene respecto del programa político de un partido-, no se ha abandonado. En términos cualitativos, la Ley de 40 horas, el Sistema Nacional de Cuidados, la Estrategia Nacional del Litio, como ejemplos, funcionan en lógicas innovadoras, ubicando en el centro demandas emergentes, que proponen una nueva manera de entender el bienestar.
En lo cuantitativo, a la mitad del mandato se ha dado cumplimiento a un 51,7% del total del programa, especialmente descansando en la gestión administrativa del Ejecutivo. Es una atribución externa el que se diga que se ha abandonado el programa. Éste, sostenemos, está en implementación.
Finalmente, con respecto a lo orgánico, esta izquierda del siglo XXI, que suma las demandas por mejores condiciones materiales de vida y ampliación de derechos sociales, los anhelos por mayor tiempo libre, ampliación del ejercicio de la autonomía y la libertad, ¿exige también un nuevo modelo de partido, una nueva forma de hacer política y relación de los partidos con la sociedad? Este es precisamente uno de los más importantes desafíos y, a la vez, oportunidad, que el naciente partido Frente Amplio deberá encarar y dilucidar de aquí al futuro próximo: ofrecer un camino en el que los mandatos partidarios con los proyectos personales puedan articularse de forma virtuosa.
Por Carla Sepúlveda, presidenta del directorio de Rumbo Colectivo
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