Columna de Carlos Correa: Anatomía de una caída
Chile vive una profunda debilidad de su sistema político. Si bien suele decirse que no es de los temas prioritarios para las personas, provoca un estancamiento que impide tener los incentivos correctos para legislar y lograr acuerdos en los asuntos que sí importan a la ciudadanía.
Y cayó el oficialismo en el Senado. El festival de las culpas que se desató posteriormente buscó apuntar con el dedo a ministros de La Moneda, o al PPD por una inexcusable demora en apoyar al senador Pedro Araya, quien debió ser siempre el candidato lógico al cargo, pues era el que tenía las condiciones para los tiempos que vienen. También se desataron los vientos contra Ximena Rincón, por votar muy lejos del gobierno, pese a que lleva un tiempo navegando en otras aguas. Pero el problema de fondo no es ninguno de los anteriores, sino la constatación física de un hecho que todos se negaban a reconocer: el gobierno no tiene, en su diseño actual, capacidad alguna de construir una mayoría política. Por tanto, las reformas que vienen tienen vida solamente si son derivadas de profundos acuerdos con la oposición, que no tiene ningún incentivo para ello, salvo en los temas de seguridad ciudadana.
Cabe detenerse un momento en el rol de la senadora Rincón y su partido Demócratas, que ha sido el más exitoso de la serie de partidos que han surgido de la política fragmentada que vivimos. Pese a su base electoral endeble, logró ser la figura del fin del acuerdo en el Senado, instalar a Matías Walker en la mesa del Senado, y está ad portas que su discípula Joanna Pérez encabece la Cámara de Diputados. El éxito político es indudable, y más aún en comparación con el mediático Amarillos que, salvo los memes asociados a las cartas de Cristián Warnken, va camino al olvido.
La oposición tiene al fin una figura conversa influyente, que siempre fue el sueño de Sebastián Piñera. Los exizquierdistas Rojas y Ampuero tuvieron amplias dotes literarias, pero nunca el peso político de la senadora Rincón. Tener a una exministra de Bachelet, excandidata presidencial, es la mejor muestra que finalmente Chile Vamos es quien tiene la llave para construir una mayoría política y, si no se juega hábilmente, puede dejar cojo de las dos patas a la actual administración antes de tiempo.
La pregunta es qué hará el gobierno en los dos años que restan y, además, dónde empieza el ciclo electoral. Una primera línea es optar por el discurso de los principios e insistir con las reformas a sabiendas que la derecha la rechazará y supuestamente cobrar dicha negativa en las urnas electorales. Una segunda es salvar los muebles, y tratar de mejorar la gestión de gobierno, en especial en temas que son de primera prioridad para las personas. La existencia de un mítico 30% de apoyo a prueba de todo, que varios suponen que es una base de izquierda, tienta a algunos a mantener el discurso ideológico a costa de la aprobación en temas fundamentales como lo es la reforma de pensiones.
Paralelo a este asunto, Chile vive una profunda debilidad de su sistema político. Si bien suele decirse que no es de los temas prioritarios para las personas, provoca un estancamiento que impide tener los incentivos correctos para legislar y lograr acuerdos en los asuntos que sí importan a la ciudadanía. Una manera de salir jugando de las minorías que tiene el actual gobierno es tomar en serio la propuesta de los expertos e impulsar un acuerdo único para una reforma que fortalezca el Congreso, disminuya la existencia de partidos proyectos personales, y atenúe las dificultades del sistema presidencialista. Ese puede ser un tema que termine restableciendo la calidad de los asuntos públicos en Chile, y sin duda, un buen legado para el actual gobierno al construir una mayoría para un cambio positivo.
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