Columna de Carlos Correa: Candidata ganadora no gana
Si la pasada segunda vuelta de gobernadores era un plebiscito sobre el gobierno, como plantearon varios en la oposición, pues éste lo ganó en su peor momento. Eso no es exactamente mérito del gobierno, sino un fracaso claro del diseño de Chile Vamos y, en especial, de su candidata Evelyn Matthei, que no logró que Francisco Orrego ganara ni siquiera en Providencia.
Si la segunda vuelta en la Región Metropolitana era la madre de todas las batallas, la derrota de la oposición es total y podría incluso poner en duda si es tan efectivo su certeza que ocupará La Moneda a partir de 2026. Fue derrotada por una coalición dividida, sin ninguna candidatura fuerte, con dificultades de elenco para armar la lista parlamentaria y cruzada por la crisis Monsalve.
Estas dos frases altisonantes que se dijeron para la segunda vuelta ilustran el profundo problema de la centroderecha. Tiene la candidata mejor evaluada, pero ninguna capacidad de construir mayorías, o de imponer un relato en la opinión pública. Hace además sospechar que el liderazgo de Matthei se basa en un contraste entre un país azotado por la delincuencia, con dificultades económicas y la comuna de Providencia donde el pasto amanece todos los días cortados y no hay toldos azules. Si esa es la fortaleza de la actual alcaldesa, es un liderazgo de corto plazo y que en un balotaje corre profundo riesgo.
El mejor de los discursos para la derecha es explicar estas elecciones como un fenómeno local y no un plebiscito, y no faltarán los expertos dentro del oficialismo que les servirán de útiles para tal cambio abrupto de relato. Chile Vamos tiene una ya probada habilidad en estos vuelcos, como lo hizo después del plebiscito de diciembre al culpar a José Antonio Kast, pese a que los consejeros de los partidos de centroderecha aprobaron todas sus propuestas constitucionales. En el caso de este último, tampoco logró convertirse en la alternativa a Matthei, sus resultados a nivel de gobernador muestran que su partido tiene más de identidad que capacidad para construir mayorías.
¿Qué pasó entonces? Pues que la gente entendió cual es el rol del gobernador y ganaron a los que vieron con más apoyo y redes locales. No les importó que Claudio Orrego apareciera en videos con alcaldes oficialistas, y sí le importó que su contendor no fuera más que un vociferante de podcast. En el caso de las otras regiones, se repitió la lógica que ganaba el incumbente, con la excepción de Arica y La Araucanía. En el primer caso por el extraño seguro que compró el gobernador al renunciar a su cargo, y en el segundo, un castigo claro al caso Fundaciones.
El gobierno respiró aliviado, si bien no ganó ningún plebiscito, si la oposición hubiese logrado hacerse de las gobernaciones de Santiago y Valparaíso el clima se habría vuelto irrespirable en el último año. La sola imagen de Francisco Orrego parado en la ventana del edificio patrimonial del gobierno regional gritándole insultos al Frente Amplio como suele hacerlo en su programa, habría causado muchos dolores de cabeza.
Es un buen momento para retomar el ritmo perdido tras el caso Monsalve, hacer un reseteo final para el último período, ponerse a trabajar y evitar las palabras de más. Al final, la lección es que lo que la ciudadanía valora es el trabajo, los objetivos claros, y no las consignas. El espíritu de contienda que nos hizo desviarnos del camino a partir del 2019 ya está superado.
Por Carlos Correa Bau, Ingeniero Civil Industrial, MBA.