Columna de Carlos Correa: Dos pueblos y una república
Pareciera a veces que la Convención Constitucional entrega más polémicas ardientes que certezas y temores sobre cómo cambiarán las reglas en Chile. Ejemplo de ello es la polémica de alto volumen por la redacción de un texto no definitivo de reglamento que habla de los pueblos de Chile en vez de la república. Esa redacción, muy similar al inicio de la Constitución de los EE. UU., tuvo sorpresivamente críticas en la derecha y aplausos en la izquierda. También fue tema en los medios el hecho de que la comisión de DD.HH. de dicha Convención, vete a un constituyente elegido de manera democrática. Para seguir con los asuntos polémicos, en vez de proponer o criticar ideas sobre la nueva Constitución, un ex subsecretario de este gobierno opta por la violencia verbal e insulta con epítetos propios de la Guerra Fría a otro constituyente.
Una primera impresión tras estos incidentes es que la Convención Constitucional se pasó dos pueblos y perdió la compostura tan propia de una república. Pero yendo a los hechos estrictos, el órgano presidido por la Dra. Loncon muestra avances acordes con la tarea que se le encomendó. La comisión de reglamento tendrá a principios del mes que viene una propuesta, que será ratificada en el pleno en el mismo mes y, por tanto, habrá cumplido con la expectativa de poder ir al fondo de los temas de la carta magna antes que se cumplan 3 meses de su inauguración.
Por otro lado, ha ido resolviendo los temas administrativos, pese a la alta rotación de los secretarios ejecutivos designados por la Segpres. También la mesa ha maniobrado con habilidad y dado espacios al oficialismo al lograr una fórmula que lo integrara a la mesa, y a los grupos más radicales, atendiendo sus demandas, y dando espacio para que en las comisiones y audiencias encuentren espacio quienes sienten que no han sido escuchados lo suficiente.
Aún así, hay desafíos complejos. Una reciente encuesta Criteria mostró una mayor desaprobación de la Convención. Según explicó su director, no se debe a un rechazo a la idea de la Convención y el rol que debe jugar, sino que hay una crítica al trabajo que está realizando. La presencia de agendas personales, gastos sin justificar, peleas por repúblicas o pueblos, convierte a dicho órgano en un resumidero de lo peor de la clase política.
La Convención tiene enemigos por la derecha y por la izquierda. Por un lado, están los que ya están promoviendo campañas en redes sociales por el rechazo en el plebiscito de salida, pese a que la Convención no ha escrito una sola letra del nuevo texto. Por el otro, están los nuevos revolucionarios de la plaza, quienes despreciarán los acuerdos necesarios que incluyan a dos tercios de sus integrantes. Ambos enemigos tienen en común que han acaparado más prensa por los pequeños conflictos y no las grandes ideas. En ese grupo está el ex subsecretario alterado y quienes vetaron al convencional Arancibia.
Enfrentar con la voz de la razón a los exaltados de lado y lado, y mostrar los avances reales que ha tenido la Convención es una tarea ingente para la mesa, que requerirá buscar acuerdos en todos los grupos que constituyen dicho organismo. Requiere también un esfuerzo comunicacional mayor, para que el volumen de las conversaciones sobre la Convención esté más allá de la burla al lenguaje inclusivo que hizo un panelista de televisión, o la discusión sin argumentos sobre las asignaciones.
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