Columna de Carlos Correa: Enemigos del pueblo
En las noches en la Casa Blanca, el Presidente Donald Trump solía ver los canales de televisión, revisar los portales de noticias y comentar de manera crítica en su cuenta de Twitter los titulares o interpretaciones que le parecían inadecuadas. En algún momento llamó a CNN “enemigo del pueblo” por la cobertura que le dio siempre a su administración y el amplio espacio que tuvo con sus críticos.
En el bestseller Fuego y Furia, Michael Wolff describe la fascinación-odio del entonces presidente de los EE. UU. con los medios. Según el autor, Trump esperaba que lo trataran como un hombre poderoso, con respeto. El ejercicio natural de la prensa, con las críticas consecuentes al poder, los colocaba, según el Presidente, en autores de “fake news” y contrarios al sentido común.
Los exconvencionales y varios partidarios del Apruebo han entrado post 4 de septiembre en un trumpismo de izquierda. Ven que el resultado electoral no es en realidad un acto democrático del pueblo, sino el resultado de una conspiración de los medios con los poderosos de siempre para destruir la Convención, la propuesta constitucional y la propia democracia. Tienen, al igual que el expresidente de EE.UU., la misma obsesión que los llevó en su momento a buscar a como diera lugar la atención de los medios. Si se revisan las páginas de transparencia de la Convención puede notarse que había mucho más asesores digitales o comunicacionales que expertos legales o asesores económicos que les permitieran medir los impactos de las locuras que varios propusieron. Las redes sociales de los convencionales tienen mucho de culto a sí mismos, reuniones con aduladores y poco de diálogo sincero con quienes dudaban.
La búsqueda de explicaciones a una derrota que ninguno de ellos tenía en su retina los lleva, al igual que Trump, a tratar a los medios como enemigos del pueblo. Vuelven las voces que claman por una ley de medios, que controle titulares que les parecen engañosos, editoriales que muestran la decisión de los medios de conspirar contra la Convención o que derechamente promueva solamente plataformas comunicacionales que hablen con su verdad.
¿Tuvieron los medios alguna responsabilidad en el resultado del plebiscito del 4 de septiembre? ¿Hubo una cobertura sesgada de la Convención hasta tal punto que se distorsionó la democracia? Los medios jugaron, sin duda, un rol en la configuración de la opinión pública, pero no distorsionaron la democracia, sino todo lo contrario. Reflejaron la decisión de muchos de convertir el espacio de diálogo que el país requería en una carrera por dejar plegadas sus demandas; mostraron esa noche aciaga donde se enfrentaron durante horas por la nueva presidencia, dando cuenta del diálogo de sordos en que se había convertido la Convención. También ahora cuentan los corcoveos en la derecha por una nueva Constitución, como lo llamó Paula Escobar en una columna. En el mismo tono vanidoso de Trump, los convencionales y los estrategas de la campaña del Apruebo optaron por el espacio digital, y de hablarles a los que ya estaban convencidos. Debido a los algoritmos, las redes sociales, que terminan creando burbujas que reafirman las propias ideas, se armó la ilusión de una mayoría inexistente por la opción favorable a la nueva Constitución. El golpe de realidad de la noche del plebiscito hizo cambiar la vanidad por una ira peligrosa, que tratará de controlar más y que por desgracia ha encontrado eco en el gobierno.
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