Columna de Carlos Correa: La fiesta de Kast

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Su verdadera contienda no está en las calles Moneda y Teatinos, sino en el palacio Falabella, sede municipal de Providencia, donde Evelyn Matthei goza del paso del tiempo con una ventaja que se consolida.



El problema político de la expresión de Kast calificando al Presidente no son los adjetivos que utilizó, pues otros también han recurrido a ellos, como recordaron varios en redes sociales; sino que se refirió a la máxima autoridad del país de esa manera. Hay una tradición republicana, que se refiere claramente a la institución y no al partido que lleva ese nombre, sobre el respeto a las autoridades, que el ex diputado pasó a llevar.

El contexto permite entender, no justificar la falta. La pronunció en una especie de fiesta de las derechas radicales, donde al calor de comidas o bebidas demasiado espirituosas, se desató la competencia por quién decía el discurso más altisonante contra los socialistas, los nuevos enemigos de la llamada derecha alternativa. El vecino de al lado de la cordillera había ocupado ese espacio para volver a su época de profeta de YouTube, e insultó con fuertes calificativos al presidente del gobierno de España, colocando a su país en una difícil situación democrática. Kast no podía ser menos. Finalmente la fórmula de la descalificación le había funcionado a Milei y terminó comiéndose a la derecha tradicional, y la antigua terrorista pone bombas es ahora su funcional ministra de Seguridad.

La única manera de lograr que las bases de Chile Vamos vuelvan a sus aguas como ocurrió en las pasadas elecciones presidenciales y de consejeros, es subiendo el tono y rompiendo la tradición para insultar al presidente. Su verdadera contienda no está en las calles Moneda y Teatinos, sino en el palacio Falabella, sede municipal de Providencia, donde Matthei goza del paso del tiempo con una ventaja que se consolida, y logra que las dificultades que tiene su coalición para armar una buena fórmula competitiva municipal no le afecte en las encuestas.

Por eso Kast recurre a un spin político, concepto creado por Mark Thompson en su libro “Sin Palabras ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política?”. Busca con ello llamar la atención, apropiarse de la pauta, de la conversación, y con ello polarizar suficiente el ambiente. No al nivel de Milei, que terminó creando una crisis internacional y un problema interno en España, pero sí para volverse llamativo en un momento que cada día se veía más soso y aburrido, y que incluso, como advirtió el analista Eugenio Guzmán, se le estaba pasando su tiempo. El costo por la derrota de la propuesta constitucional de diciembre fue completamente endosada a Kast, pese al entusiasmo de Chile Vamos con aquel texto.

Kast no solo se enfrenta a Matthei, sino que dentro de sus antiguas filas tiene disidencias importantes que se probarán en las elecciones municipales. Dos corrientes, una socialcristiana y una segunda anarcolibertaria han decidido desgajarse del tronco republicano y probar suertes en las elecciones. No es solo Johannes Kaiser y sus bravatas, sino Aldo Duque en Santiago que hace temer a Chile Vamos que no logra bajarlo. Y ahora desde una perspectiva más ciudadana, Iván Poduje en Viña del Mar puede convertirse en un opositor más entretenido y por tanto dejar a Kast en la zona gris de la trampa del medio.

Su única manera es recurrir a las fórmulas que describe Thompson que le fueron exitosas a Trump y varios similares alrededor del mundo, la polarización del lenguaje. Por ello la respuesta del gobierno, y en especial del resto de la derecha le viene de anillo al dedo. Nuevamente las conversaciones son sobre él. Y, al igual que Milei, tiene que hacer una sola cosa: derrotar a su propia Patricia Bulrich.

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