Columna de Carlos Correa: La mancha de petróleo
En el año 2012 emergió como una sorpresa Franco Parisi. En ese entonces tenía un programa de radio junto con su hermano, donde repetía una y otra vez que Chile estaba forrado, para dar cuenta de que era posible hacerse cargo de los problemas sociales. En ese tiempo, en vez de ir a los programas tradicionales de la televisión abierta, por donde desfilaban candidaturas y propuestas, optó por un espacio en Morandé con Compañía, donde entre pachangas, sketches y personajes circenses hablaba en simple de economía. Aunque fue ninguneado, en esa elección llegó a estar cerca de sobrepasar a Evelyn Matthei, candidata que había emergido de las cenizas de una guerra fratricida en la derecha. Por suerte, para la segunda candidatura de Michelle Bachelet, la actual alcaldesa de Providencia se encargó de liquidarlo. Nadie sabe para quién trabaja.
Parisi logró en la elección pasada ganarles a las dos coaliciones que marcaron la política desde 1990, sin pisar el territorio nacional y con un juicio por pensiones alimenticias impagas en tiempos de mayor presencia de temas feministas en la agenda. En momentos en que los partidos históricos sufren fugas de militantes y la zona central de la política aparece huérfana, de la nada armó su propia coalición, que logró seis escaños en la Cámara, y ha aumentado en tres cupos más, superando a varias otras bancadas. Ha crecido lentamente como una mancha de petróleo, que al ser menos densa que el mar, puede llegar a más partes solo con las corrientes.
Una de ellas lo convertirá en el principal ganador si fracasa el acuerdo constitucional. Si bien los republicanos de José Antonio Kast pueden ser exitosos en dinamitarlo, será el economista el beneficiado. La razón es que será un nuevo fracaso de la política, momento ideal para quien plantea que el próximo clivaje es la gente contra los políticos. Por esta vez, y por el miedo que le tienen a Kast, la derecha le devolverá la mano por la arremetida política en el 2013 que le impidió pasar a segunda vuelta contra Bachelet. Los negociadores del Partido de la Gente se dieron cuenta de ese detalle, y por eso han puesto una condición imposible para firmar el acuerdo: que haya plebiscito de entrada. Su regateo con el acuerdo administrativo en la Cámara de Diputados ha hecho que todos les aguanten sus pataletas como a su líder en telepresencia, recordando las imágenes de Darth Sidius en la Guerra de las Galaxias.
El abrumador Rechazo en comunas populares, donde hace pocos meses habían apoyado a Boric para que no saliera Kast, tiene un aroma peligroso a Parisi. El fracaso del gobierno en temas de seguridad pública no implicará necesariamente un vuelco a la derecha. Ese sector no tiene manera de capitalizar el resultado del plebiscito, pues escondieron a sus líderes. El pánico que genera JAK en RN y en la propia UDI, donde ya salieron a dispararle al muy criterioso Macaya, solo redundará en más agua para el nuevo populismo.
Parisi sigue con su fórmula de atajos para problemas complejos de la política, y evitar los medios tradicionales. Ya no necesita a Morandé con Compañía, pues tiene su propio circo en YouTube. Y ahora tiene agenda para problemas de seguridad y gestión pública. Al igual que Trump, plantea aplicar “ley y orden”, y a diferencia de Kast, no tiene valores morales atávicos, sino flexibles. Sabe que solo tiene que llegar a segunda vuelta, donde de manera cándida irá la izquierda a votarlo para evitar la llegada de los Republicanos al poder.