Columna de Carlos Franco: ¿Por qué los demócratas no reemplazan a Biden?

REUTERS/Brian Snyder


Hace algunos meses escribí en este diario, sobre la situación judicial de Donald Trump y el provecho que podía sacar la candidatura de Biden y concluí con una frase que cada vez me parece más pertinente al caso: “En las fotos feas de Trump, Biden luce peor”. Así fue este jueves en la noche, en el debate presidencial.

El primer cuadro de la transmisión de CNN lo hizo patente. La lentitud, la fragilidad y los pasos cortos con que el Presidente de Estados Unidos se acercó a la tarima fueron una triste foto en movimiento. Y claro, Trump tuvo otras horribles: en el Observatorio de Datos de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la UAI monitoreamos el trabajo de fact-checkers estadounidenses y constatamos al menos 14 mentiras salidas de la boca del exmandatario. Muy lejos de la calidad de los datos ofrecidos por Biden: uno falso y una imprecisión.

Pero en un debate son otras cosas las que completan la foto. Lo sabe la excandidata Hillary Clinton, quien tres días antes, en una columna del New York Times, llamaba a la ciudadanía a prestar atención a los logros del gobierno de Biden y no al show de Trump y sus acostumbradas mentiras incendiarias. Probablemente la elite que lee el NYT le dio una segunda oportunidad a la performance del mandatario, más compasiva, pero el grueso de los votantes, que además no leen dicho diario, es poco probable. Así lo entendieron los demócratas que, terminado el debate, manifestaron su preocupación y la urgencia de buscar una candidatura alternativa.

El camino más amable es que Biden decida rechazar la nominación en la Convención Demócrata que se realizará entre el 19 y el 22 de agosto de este año. Parece ser la única opción porque no hay en el reglamento del Comité Nacional Demócrata (CND) un apartado que calce a la perfección con el caso. Estrategas comunicacionales de ese partido dicen “por interno” que todas las otras alternativas son más violentas, por ejemplo, que los delegados que deben concretar el acto formal de la nominación rechacen al Presidente y opten por otra persona. Es que, en el modelo democrático representativo indirecto de Estados Unidos, los candidatos que ganan la primaria de un Estado ganan también el derecho de elegir a los delegados de ese territorio, y esos delegados son los que en agosto lo nominan. En otras palabras, los elegidos tendrían que “traicionar” a Biden y no elegirle. Que ocurra, sería un caso raro, porque luce horrible, las tradiciones pesan mucho y no hay seguridad de que todos sigan esa instrucción.

¿Por qué, si siempre fue tan evidente el deterioro de Biden por su avanzada edad, los demócratas esperaron hasta este punto? No es que se hayan dado cuenta el jueves del problema. Como he dicho, las tradiciones pesan mucho en Estados Unidos y el derecho de un Presidente a tener un segundo periodo es una cuestión difícil de discutir. Se da por hecho. Sin embargo, no hay que ser ingenuos, no es casual que el debate del jueves haya tenido condiciones especiales. Por ejemplo, que se realizara dos meses antes de lo que usual, sin siquiera haber hecho el acto de nominación. Me inclino a pensar que fue pensado como parte de un plan mayor que podría resumir así: si Biden lo hace bien, seguimos con todo. Si no da el ancho, buscamos una alternativa de cara a la convención de agosto.

Aunque no fuera así, se dio de esa manera y a esta hora los estrategas del Partido Demócrata se quiebran la cabeza buscando opciones. Titubear no es posible. Es todo o nada.

Por Carlos Franco, profesor asociado de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez y director del Observatorio de Datos de dicho plantel. Autor del libro: Donald, de aprendiz a presidente (2018).

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